Llega a los 50 años el Festival de la Leyenda Vallenata. El evento, creo no equivocarme, nació en una de las tantas parrandas que organizaba la inolvidable Cacica, Consuelo Araújo Noguera. Allí, ella lanzó la propuesta y tuvo la inmediata aceptación y el aplauso del presidente López Michelsen (entonces gobernador del Cesar), y de uno de los más grandes compositores de esa música, el maestro Rafael Escalona. Sólo esos tres amantes del folclor vallenato, respetados en cada una en sus disciplinas, podían poner a marchar un evento que en cinco décadas ha hecho conocer, divulgar y admirar esa música de juglares.
La Cacica (así la bautizó don Gabriel Cano) se caracterizó por ser la más grande investigadora y promotora del vallenato. Ella, con autoridad y sapiencia, clasificó esa música en tres escuelas: el vallenato-vallenato, aquel de la media y baja Guajira, que es el de Valledupar; el vallenato bajero o magdalenense, y el vallenato sabanero, que es el de Bolívar, Sucre y Córdoba.
Cada año, durante 50 años, se han congregado en la hospitalaria capital del Cesar no sólo los mejores compositores e intérpretes de esa música, sino también las más disímiles personalidades deseosas de embriagarse de esa música del Valle de Old Parr.
Inicialmente en los amplios patios de las casas centenarias de la ciudad, luego en la plaza Alfonso López y al final en un inmenso parque, amplio, para albergar al mayor número de participantes y admiradores de ese folclor caribe. Este año, el festival se hará en homenaje a sus creadores, López, Escalona y Consuelo, y por supuesto no faltará el recuerdo de la tragedia reciente de la joven promesa Martín Elías Díaz. Volverán a sonar los acordeones, las cajas y las guacharacas para decirle al mundo que el vallenato sigue vivo, cantando los amores y las historias de una región que gracias a sus compositores, algunos ciegos, como Leandro Díaz, logran ver que cuando Matilde camina, hasta sonríe la sabana.