Vuelve nuevamente a plantearse la desaparición de la Vicepresidencia de la República, revivida por la Constitución de 1991. Había desaparecido hace más de 100 años en el gobierno del general Rafael Reyes. El pretexto, para esa decisión, fueron los hechos de fines del siglo XIX cuando el vicepresidente José Manuel Marroquín le dio el golpe de Estado al presidente legítimo Manuel Antonio Sanclemente.
Después de tan mala experiencia, Reyes salió electo y era su vicepresidente Ramón González Valencia. Temiendo que la historia se repitiera le hizo a éste todos los ofrecimientos posibles con tal de que dejara el cargo, sin que lograra convencerlo. Pero como Reyes se las sabía todas, se enteró de que González Valencia, que era general y muy religioso, en una de las tantas batallas en las que participó le ofreció al Altísimo que lo ayudara a ganarla a cambio de hacer él votos de castidad. Logró su propósito, ganó la batalla, motivo por el cual, años después, ante los fallidos intentos de dimisión, el presidente Reyes habló con el nuncio de su Santidad, monseñor Francesco Ragonessi, para que se los revocara gracias las facultades del más allá, a cambio de renunciar a la Vicepresidencia del más acá. El enviado de Dios, en cumplimiento de su misión, citó al personaje a Duitama, se reunieron durante dos días, y luego de diálogos y oraciones, lo convenció de dimitir autorizándolo para que inmediatamente se fuera en luna de miel a Paipa. Allí murió la Vicepresidencia y Reyes debió gritar: “¡Sigo siendo el Rey!”
¿Cuál es el motivo de tan sorpresiva decisión del gobierno para acabar, 100 años después, nuevamente, con la Vicepresidencia? ¿Será que Santos prevé que Vargas Lleras va a ofrecer la Vicepresidencia a uno que no sea santo de su devoción, a cambio de votos de castidad, o de avales? Por algo a Cambio Radical ahora lo llaman el Grupo Aval.
