Rafael Araújo Gámez fue un reconocido periodista y locutor deportivo de los años ochenta que cantaba con un acento muy particular los goles del deportivo Cali y del América, a pesar de que no era vallecaucano sino samario. Se inició narrando los partidos y goles del Unión Magdalena, pero el mal desempeño de su equipo desde entonces hizo que cambiara de afición y de ciudad en donde todavía habita, ya prácticamente retirado de esa actividad.
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Antes vivió en Bogotá cuando comenzó a estudiar derecho en el Externado, combinando su locución con el estudio de las leyes y con el grupo de teatro de esa universidad que dirigía Carlos José Reyes. Entonces lo vimos actuando como don Sabas o Dámaso o de alguno de los personajes de los cuentos de García Márquez que montaron por el año 68 con Tanía, Raúl Gómez Jattin, César Amaya, entre otros. Pero el deporte se lo llevó para Cali, donde transmitió partidos de fútbol por Caracol, RCN, Super y otras cadenas radiales de esa ciudad. Mas no se le olvidó el derecho, cuyos estudios concluyó en la San Buenaventura, ni la literatura. Buen lector, además de escritor y poeta, aficiones que cultiva en sus ratos de ocio que ahora son muchos.
Acaba de publicar Rafael Araújo, el mismo de los tantos sonoros gritos del gol, gol, gol, una novela, Bailamos para no morir, que describe la vida de un apasionado bailarín de salsa de los que se dan silvestres en el Valle y también en Santa Marta. Beny Montenegro se supera hasta llegar a presentarse, con gran destreza, en los más importantes escenarios de Nueva York. El relato muestra cómo un joven, nacido en la pobreza, llega a ser un maestro en el difícil arte de mover el cuerpo, y ser alegre.
Así como el protagonista se supera, igual lo ha logrado el autor quien, además de haber narrado tantas metidas de patas de los futbolistas, consigue con buen lenguaje, fruto de sus tantas lecturas, escribir una novela sobre un ritmo que no nos deja morir.
Sigue escribiendo y buen ritmo, Rafael.