Para mí han pasado muchas Navidades y ninguna Nochebuena desde aquel 17 de diciembre en que sicarios enviados y pagados por Pablo Escobar atentaron y dejaron sin vida a un gran maestro del periodismo y de la verdad como fue Guillermo Cano. Fue quien desde muy joven me enseñó el camino por el que debía transitar para llegar a ser uno de los muchos discípulos de la escuela que es esta casa periodística, mucho más que centenaria. Con paciencia, con pedagogía, me mostró en esas primeras letras —entonces en plomo— cómo el reportero debía relatar los hechos que eran noticia, siempre con la verdad. Me puso la tarea difícil de cubrir...
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