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Gustavo Dudamel es un venezolano que tiene apellido de futbolista, pero la verdad es que cada día se consagra como un gran maestro de la música. Actualmente es director de la Filarmónica de los Ángeles y el próximo año ocupará el mismo cargo en la Filarmónica de Nueva York. Hace unos años sonó para la de Berlín, pero por el hecho de ser paisano de Chávez los alemanes prefirieron al ruso Petrenko.
Que un venezolano, con esos títulos, no haya perdido su condición de caribeño, hace que lo admiremos más. En un reciente reportaje que le concedió a su paisana Eloísa Maturén, que se puede ver en YouTube, confesó que le encanta la música popular y que una de las piezas que más le gusta es La piragua, del maestro colombiano José Barros, en la versión que interpreta la Dimensión Latina. Y como si fuera poco, es amante de la salsa —su padre toca trombón en una banda de su país—, escucha a Richie Ray, Bobby Cruz y de boleros se inclina por Los Ángeles Negros.
Quien desde su podio ha dirigido orquestas en París, Viena, Londres, es mostrado en este reportaje como un gran maestro para quien la música es una sola. Aquí lo hemos visto en el Santo Domingo, dirigiendo obras de Beethoven, Mozart, Mahler, ¡con qué maestría! Dudamel, nacido en Barquisimeto, es discípulo del compositor José Antonio Abreu, fallecido hace pocos años, quien creó en el vecino país el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles que en su momento apoyaron los gobiernos adecos, copeyanos y hasta el tristemente célebre Hugo Chávez.
Tampoco ha perdido su idiosincrasia —mejor su indiosincrasia—, su cabello afro, sus gestos y sobre todo su hablado venezolano, vale. Por supuesto no le gusta que le pregunten por el gobierno de su país porque él no es un político, sino un músico, ya muy Maduro.
