Fueron muchas las cosas que sucedieron en las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente que adoptó la Constitución de 1991, algunas de las cuales se desconocen.
Desde el comienzo señalaron límites con el Gobierno del presidente Gaviria, tanto que el proyecto de su administración fue uno más de los tantos. El que quedó radicado como número uno fue el que presentó el constituyente Jesús Pérez. Durante los cinco meses de reunión, los constituyentes se sentían en Las Vegas, no porque estuvieran jugando a la ruleta o apostando dinero, sino porque no podían determinar cuándo era de día y cuándo de noche, sin ninguna clase de esparcimiento. “Cómo sería —me comentó un constituyente— que hasta las piernas de Muelas comenzaron a gustarme”. (Se refería a Lorenzo Muelas, un delegado de los indígenas que iba a las sesiones ataviado con falda, su vestimenta típica).
Hubo proyectos para todos los gustos, muchos de los cuales se frustraron. Por ejemplo, el que establecía la ciudadanía a los 17 años se ahogó por un voto. Uno de los defensores, Álvaro Leyva, se hallaba en el salón en el momento de la votación, pero, por estar distraído, no votó. Y Álvaro Echeverri Uruburu, quien fue también uno de los principales impulsadores, se encontraba en el baño cumpliendo una obligación personal cuando se decidía la suerte de los jóvenes ciudadanos.
El mismo Álvaro Leyva, quien ha sido un luchador incansable por la paz, vio frustrados sus propósitos hace 25 años cuando entonces consiguió que se nombrara una comisión que viajara a Venezuela para entrevistarse con Alfonso Cano y otros dirigentes de las Farc. Estos rechazaron cualquier tipo de diálogo, porque consideraban que el Gobierno no tenía propósitos de paz con ellos, pues el mismo día que eligieron a los miembros de la Asamblea bombardearon Casa de Verde.
Han pasado 25 años y esa Constitución la han ido desmoronando. Lo que queda hay que protegerlo, ojalá con una Tutela.