Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La música y la política han tenido mucho que ver, a veces para bien y a veces para mal.
A Richard Wagner lo perjudicó, en su tiempo, la admiración que confesó profesarle Hitler y concretamente a su ópera Valquiria. Por el contrario, Dimitri Shoseakóvich sufrió la persecución de Stalin por producir música burguesa. Y qué decir del venezolano, Gustavo Dudamel, joven maestro de quien aseguran estuvo sonando para ser director de la orquesta filarmónica de Berlín y lo perjudicó ostensiblemente sus coqueteos con el chavismo de su país.
La verdad es que eso no le quita grandeza a este joven venezolano de 35 años a quien veremos en agosto en el Julio Mario Santodomingo dirigiendo las sinfonías de Tchaicovsky. El pasado 31 de diciembre estuvo en Viena conduciendo el concierto de fin de año de la orquesta filarmónica de allí y a pesar de que se declaró satisfecho con su actuación y manifestó que “dirigir el Danubio Azul significa que ahora puedo morir en paz”, la crítica no le fue del todo favorable.
De pronto ¿por efecto de la política? ¿Será que lo consideran inmaduro… por venezolano y por tener 35 años?
A propósito de lo que aquí apareció hace ocho día sobe los Leyva, un amigo, el maestro Ivan R. Contreras, director de la revista Tempo, me escribe para anotarme que gracias al exilio de Jorge Leyva en Nueva York, pudieron sus hijas perfeccionar sus estudios de piano y una de ellas, Pilar, pudo ser alumna del muy conocido profesor chileno Claudio Arrau, además ofrecer numerosos conciertos y participar en Moscú en el famoso concurso Tchaikovsky cuando, por los 60, solo tenía 20 años.
Y además Álvaro Leyva, su hermano, de quien comentamos que ha sido importante en el actual proceso de paz por su cercanía con las Farc, también práctica el violín y lo hace como actúan muchos gobiernos: lo mantiene con la izquierda y lo maneja con la derecha.
Luego la música y la política, mucho se relacionan.