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Las elecciones y las consultas del 13 de marzo prácticamente se convirtieron en la primera vuelta. Lo que quedó claro en esos comicios es que al país le tocará decidir entre antiuribismo y antipetrismo. En caso de ser lo primero, el elegido va a ser Petro, y de ser lo segundo, Fico Gutiérrez sería el ganador, lo que significaría el continuismo de Uribe y Duque. Y además de suceder esto, se confirmaría que este es un país conservador.
Desde la Regeneración, Colombia estuvo dirigida por los conservadores hasta 1930, cuando en solo dos meses los liberales se pusieron las pilas y eligieron a Enrique Olaya Herrera, aprovechando la división entre Alfredo Vásquez Cobo y Guillermo Valencia. Después vendrían los gobiernos liberales de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos y más tarde la reelección del primero. Regresaron los conservadores con Laureano Gómez, la dictadura de Rojas y el Frente Nacional.
Mientras que varios países vecinos han tenido gobiernos de izquierda, en Colombia, aparte de la Revolución en Marcha en el primer gobierno de López Pumarejo, los presidentes han sido de centro y fundamentalmente de derecha. El país le tiene miedo a un régimen de izquierda y por eso Petro aún no encuentra los votos suficientes para habitar la Casa de Nariño. No se sabe si ha tocado techo y su reto en lo que falta —en una o dos vueltas más— es mostrar un programa que no asuste. Es más difícil que gane Fico porque él representa la continuidad de un gobierno desprestigiado, como el de Duque, y un jefe que siente temor de abrazarlo.
Cualquiera de ellos se encontrará con un Congreso de fuerzas disímiles, donde no será fácil tramitar los proyectos de ley que el país requiere con urgencia porque —en eso confiamos— fue elegido contra la corrupción y la mermelada.
La suerte está echada. No hay por dónde más caminar. El trá… Fico no lo permite.
