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La vejez

Óscar Alarcón

20 de abril de 2020 - 04:41 p. m.

El mundo ha evolucionado tanto que los viejos ya no son de 60 sino de 70. En una hermosa página que escribió el presidente Alberto Lleras (en los 70), a propósito del libro de Simone de Beauvoir sobre La vieillesse, recuerda que la vejez no es hoy la misma de antes. “Los viejos a quienes se refieren los poemas épicos de la Antigüedad no podían tener más de 40 años. Era el promedio de la vida humana de entonces”.

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La señora Beauvoir escribió el libro a sus 60 años y anota Lleras que a todos sus contemporáneos les había hecho pasar un frío por la espalda: “Ahí, precisamente en la espalda, es donde comienza a doler la vejez. Y a los viejos se les castiga de esta manera su arrogancia, echándolos hacia adelante y hacia abajo”.

¿Y qué dirían hoy la señora de Sartre y el ilustre presidente cuando a los mayores de 70 no los echan hacia adelante y hacia abajo, sino hacia adentro de la casa?

Frente a eso, el primer tratadista de derecho constitucional que tuvimos en el siglo XIX, Cerbeleón Pinzón, decía (ya viejo, a los 40): “No hay país tan bárbaro donde la ancianidad no haya sido respetada y consultada como oráculo. Las canas siempre han inspirado veneración, y a los ojos de la filosofía ellas hermosean más la cabeza de los hombres que las coronas y las diademas”.

Cuando al magistrado de la Corte Suprema de Justicia Gonzalo Vargas Rubiano le comunicaron que debía retirarse por la edad (65), renunció y en su carta calificó la decisión no de “irrevocable” sino “irreversible” y, con ese humor que lo caracterizaba, pidió que se procediera a elegir su sucesor a la mayor rapidez “antes de que el deterioro biológico haya hecho en mí todavía mayores estragos”.

Afortunadamente, el profesor Vargas Rubiano se adelantó al coronavirus porque hoy no estaría en sala, huyéndole al deterioro biológico, sino en casa esperando el domicilio de Rappi.

La verdad es que cuando uno llega a los 70 lo ha aprendido todo, solo le hace falta recordarlo.

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