La edad promedio de vida de los colombianos debe estar por los 80.
Por eso es digno de admiración que una persona llegue a los 100 con buena salud, como el profesor Carlos Restrepo Piedrahíta. Sin embargo, por sus conocimientos, parece que hubiera participado en las guerras civiles del siglo XIX y hubiera sido constituyente de Rionegro. Mientras defendía esa Constitución a capa y espada, a la de 1886 la delimitaba con tres componentes cardinales: Estado centralizador, Ejecutivo monárquico-seudorrepublicano y superestructura confesional.
Este personaje, que caminaba erguido por los corredores del Externado, con su corbatín, sin mirar a nadie, y los fines de semana lo hacía en traje de campaña con su amigo Fernando Hinestrosa, conversando por los cerros vecinos de Monserrate, había nacido en un pueblo del Quindío. Hizo sus primeros estudios en escuela pública y gracias a su esfuerzo y tesón fue escalando posiciones: maestro de escuela, gendarme de aduana, hasta llegar a policía con uniforme, revolver y quepis. Pero luego alcanzó a hablar seis idiomas, lo que le permitió llegar a ser funcionario diplomático en Rusia, embajador en Alemania e Italia, senador de la República, magistrado y catedrático de derecho constitucional en la Universidad Externado de Colombia, de donde era egresado.
El presidente López Michelsen, su amigo, lo consideraba “el más serio investigador de derecho constitucional”. Fue quien por primera vez propuso, cuando se discutía la reforma constitucional de 1968, la creación de la Corte Constitucional y también quien por primera vez habló del ombudsman como órgano defensor de los derechos humanos, que la Constitución de 1991 llamó el defensor del Pueblo.
En la cumbre de sus 100 años, está alejado del mundo en su apartamento del Bosque Izquierdo, pero cerca de los jardines que ayudó a cultivar en el Externado, con sus libros y sus discos de música clásica que gracias a Bach, Tchaikosky, Wagner, Mozart, Verdi, lo transportan a los países que sí recuerda muy bien en su vieja memoria.
