No es la primera vez que en Colombia se le quitan ceros al peso. El general Rafael Reyes tomó la decisión porque el peso del papel moneda equivalía “poco más o menos a un centavo en oro”, según decían entonces. Como resultado de la Guerra de los Mil Días, entre 1900 y 1903, se produjo en esos años la inflación más severa de nuestra historia: 38, 187, 318 y 169 por ciento, respectivamente. Esa situación económica condujo a la expedición del decreto legislativo 47 del 6 de marzo de 1905, que ordenó la supresión de ceros a la moneda nacional, pero, para hacerla efectiva, el Gobierno ordenó crear el Banco Central de Colombia, encargado de emitir la nueva moneda.
La entidad, según la disposición, “tendrá un capital de ocho millones de pesos en oro, u 800 millones de pesos en papel moneda, al cambio de 10.000 por ciento, dividido dicho capital en 80.000 acciones a 100 pesos en oro cada una”. ¿Y quiénes eran los socios? Nada más ni nada menos que los cacaos de la época, 27 distinguidos ciudadanos, con muy buen aval, encabezados por don Pepe Sierra, Julio Arboleda y Luis Cuervo Márquez, entre otros.
La medida no se pudo aplicar de manera inmediata. En 1909 se creó la Junta de Conversión, que tuvo como misión recoger los antiguos billetes de papel moneda en circulación, y la operación sólo se empezó a adelantar en 1916. El nuevo circulante recibió la denominación de billetes nacionales.
Ahora volvemos a lo mismo, quitarles ceros a los billetes para acabar con las caletas, como si al circulante le sacaran fotocopia en máquinas Xerox.
Algo va de la Xerox a los ceros. Ya no vale el cero a la derecha, y a la izquierda mucho menos.