Gracias a unos días cívicos nació hace 102 años el Banco de la República y se cerró el Banco López; días cívicos como el decretado la semana pasada por el Gobierno Petro para garantizar la asistencia de los trabajadores a las marchas de apoyo a sus proyectos archivados en el Congreso.
A mediados de 1923, el precio del café sufrió un bajonazo en Nueva York y hubo pánico financiero en el país, lo que afectó la economía nacional. Las gentes estaban nerviosas porque tenían sus ahorros en el Banco López. Fue así como el lunes 16 de julio miles de personas comenzaron a hacer cola en la avenida Jiménez, sede de esa entidad financiera, para que les devolvieran su dinero. El presidente Pedro Nel Ospina se vio precisado a declarar días cívicos el jueves y el sábado para que todos los bancos cerraran sus puertas. Como el viernes no se trabajaba, por ser 20 de julio, hubo un puente similar al de una semana santa.
El lunes 23 regresó la normalidad y el único que no abrió fue el Banco López, que fue intervenido y cerrado. En su sede comenzó a funcionar el Banco de la República, nueva entidad que en días anteriores había recomendado la Misión Kemmerer.
El Banco López lo fundó Pedro A. López, un modesto comerciante de provincia —hijo del sastre Ambrosio López—, quien se inició con Silvestre Samper Agudelo en el negocio de la exportación de café. Tras la debacle de su banco quedó en la ruina. Fue padre y abuelo de dos presidentes de la República: Alfonso López Pumarejo y Alfonso López Michelsen.
Hay quienes sostienen que el presidente Ospina bien pudo salvar el Banco pero don Pedro A. “fue víctima eminente de oscuros manejos cuyas causas no se han aclarado suficientemente todavía”, según comentó Pedro Juan Navarro, un político y escritor de la época.
De esos hechos provienen las malas relaciones de las dos familias, los López y los Ospina. Y todo por unos días cívicos.