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No es la primera vez que un presidente hace el guiño para que se elija a un contralor.
Cuenta el presidente Carlos Lleras Restrepo (Borradores para una historia de la república liberal) que en 1933 se eligió —¡por fin!— un contralor liberal. La representación boyacense se había puesto de acuerdo para trabajar por el nombre de Plinio Mendoza Neira y naturalmente —cuenta Lleras— “sus miembros no mencionaron en un comienzo esa aspiración, sino que propusieron el nombre de Plinio para la presidencia de la Cámara. Una maniobra muy típica de la malicia boyacense”. Cedieron esos votos para otro candidato y ganaron la simpatía para la Contraloría, que era lo que les interesaba.
Mendoza Neira era un jefe liberal de esa región (“cacique”, como se dice ahora), padre de Plinio Apuleyo Mendoza, quien le hizo un hermoso perfil aparecido originalmente en su libro La llama y el hielo y que recientemente fue reimpreso con el título El país de mi padre.
Al contralor, entonces, lo elegía la Cámara sin terna, razón por la cual los representantes boyacenses, después de la “maniobra”, corrieron a donde el presidente Enrique Olaya Herrera, a quien le manifestaron: “Excelencia, lo que le venimos a pedir no es lo que queremos. Si non é vero é ben trovado (si no es cierto ha sido bien inventado)”. Era un juego de palabras en español y un proverbio italiano, el país de Maquiavelo. El presidente Olaya, que conocía bien a sus paisanos, entendió el mensaje e hizo el guiño. Salió electo Mendoza y, según Lleras, montó desde allí “una bien aceitada maquinaria política y un eficiente organismo de control y de organización estadística”.
Los cambios que da la vida. El presidente acaba de hacer un guiño para contralor y este no fue en favor de un boyacense (Gilberto Rondón) sino de un vallenato (Edgardo Maya). En esta disputa un santo le ganó al césar.
Con este cuento, como dice el vallenato, “Pa’ que se acabe la vaina”.
