Al Papa Benedicto le encantan los zapatos de marca. Por eso usa la sotana un poco arriba, para lucirlos. ¿Será esa la razón por la cual a veces mete la pata? Pero eso no es nada.
Quien fuera el hombre fuerte de la Unión Soviética en los años setenta, Leonid Brezhnev, tenía un hobby muy burgués, a pesar de vivir en un modesto apartamento en Moscú: gustaba de las buenas marcas de carros. Sus colegas, jefes de Estado, que sabían de esa debilidad, le regalaron varios y llegó a completar media docena. Tuvo un Rolls Royce, obsequio de la reina Isabel; un Mercedes Benz, de Willy Brand; un Lancia Beta, de Giovanni Leoni, presidente de Italia; un Citröen, de Giscard d´Estaing y varios norteamericanos, regalo de los presidentes de Estados Unidos que pasaron por la Casa Blanca durante el tiempo que estuvo en el Kremlim. Así ¿quien no se da una bolche vita? Y aquí, critican a los mamertos.
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Los soviéticos, con ese sentido del humor que los caracteriza, definían a Brezhnev como “un Stalin con los bigotes en los ojos”, no solo a causa de las cejas particularmente espesas que tenía, sino también por la similitud de actuaciones con el antecesor.