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Cada vez que hay una vacante de comunicadores en el Consejo Nacional de Televisión, se descubre la existencia de una cantidad innumerable de organizaciones que nadie sabe a quiénes agrupan, cuándo nacieron y cuál es su objeto social.
Hacen una reglamentación tan confusa para la elección de ese representante que resulta vencedor, la mayoría de las veces, alguien que es cuota o está relacionado con unos señores que tienen apellidos que suenan como la parte saliente de la cabeza de las aves, compuesta de dos piezas córneas, una superior y otra inferior, que terminan generalmente en punta y le sirven para tomar el alimento. En una ocasión, uno de esos personajes salió elegido por trece votos y pico. Y así, de los mismos, son quienes han seguido ostentando la representación de los comunicadores. Dan por hecho que en la actual vacancia, uno de ellos la ocupará. Por eso, se asegura que en el Consejo Nacional de Televisión también existe el pico y placa…
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Me preguntan, a propósito de lo que se escribió aquí hace uno días, cómo se llamaba el diplomático que en la posesión de Mariano Ospina Pérez, por aguantarse un kilométrico discurso no pudo ir al baño (retención en la fuente) y falleció de cistitis. Pues se trataba del embajador de España, el poeta Eduardo Marquina.
