ENTRE NOSOTROS SE ACOSTUMBRA cambiarles el nombre a las cosas. En 1957, luego de la caída de Rojas Pinilla, los jefes de los liberales y de los conservadores, Alberto Lleras y Laureano Gómez, suscribieron un pacto para convocar a un “plebiscito”. Eso, la verdad, no era un plebiscito sino un referendo porque contenía normas jurídico-políticas. Y ahora estamos en vísperas para que nos convoquen a un “referendo”, cuando en la realidad no lo es. Es, sin ninguna duda, un plebiscito.
Un plebiscito, según lo define Duverger, “es el voto de confianza personal a un hombre”. El proyecto que se debate en el Congreso se refiere a “quien haya sido elegido a la Presidencia de la República por dos períodos constitucionales podrá ser elegido para otro período”.
¿Y quien es él? Pues sólo hay uno y tiene actualmente el alma en pena. Luego es incorrecto hablar de referendo. La norma está dirigida a un hombre, y no será el Varón de la Cámara.
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A propósito de temas constitucionales, el ex ministro Jaime Castro acaba de reeditar, actualizada, la Constitución Política de Colombia. En un trabajo anterior (1973) compilaba la Constitución de 1886 con todas sus reformas. Esa Carta murió de vieja, con más de cien años, pero la violaron hasta el último día. En esta edición se trata de la Constitución de 1991 con las 26 enmiendas que ha tenido, un índice analítico muy completo y una referencia a las normas que rigieron antes de la Carta actual. Muy pronto deberá actualizarla para incluir el referendo (o plebiscito) que está en discusión.
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José Félix Lafaurie, además de ser gran aficionado a los toros, es el vocero de los ganaderos, en su condición de presidente de Fedegán. Pero lo más paradójico: por razones de salud no toma leche ni ningún derivado lácteo. No puede ver una vaca ni en las curvas, pero cuando se trata de defenderlas, muestra el capote. Y los ganaderos le sacan la leche.