DEFINITIVAMENTE NUNCA HE POdido entender cómo a nuestros constituyentes del 91 se les dio por incluir en la Carta una figura extraña a los sistemas presidenciales, como es la moción de censura, institución propia de los sistemas parlamentarios.
Desde cuando se instituyó, la figura jamás se ha puesto en práctica, a pesar de que ha habido varios ministros que la han merecido, en sus 18 años de inoperante existencia.
En los sistemas parlamentarios, el gabinete es un órgano representativo del Legislativo en donde todos están en pie de igualdad, así uno se llame primer ministro. Puede ocurrir el caso, es muy frecuente, y sucedió el pasado 27 de septiembre en las elecciones del bundestag (parlamento alemán), que el jefe de gobierno (en ese país se le llama canciller) se enfrente a uno de sus colegas de gabinete porque tanto el uno como el otro aspiran a esa jefatura por ser de distintos partidos. En esas recientes elecciones, la señora Ángela Merkel ganó y su antiguo compañero de gabinete y rival en las elecciones (Frank Walter Steinmeier, socialdemócrata) salió del gobierno, no tanto por su enfrentamiento con la canciller durante la campaña, sino porque su partido perdió y salió de la coalición.
Aquí eso no sucede. Basta un ejemplo: a Noemí los furibistas no le perdonan haberle dicho al presidente Uribe que no debe aspirar a la segunda reelección. Sólo por eso está en bajada, a pesar de que en Colombia es mejor ser Sanín que delfín.
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En los sistemas presidenciales, como el nuestro, la moción de censura a los ministros no puede funcionar porque la relación de confianza es entre el Presidente y sus ministros. En cambio, en los sistemas parlamentarios la confianza es entre el parlamento y el gabinete. Cuando éste pierde la confianza de aquel, hay crisis y el gabinete cae. En los sistemas presidenciales, quienes caen son los ministros, cuando pierden la confianza del presidente, lo cual no sucede con el presidente Uribe, porque todos sus ministros son confianzuditos.
Sobre esto es bueno recordar la anécdota del presidente Lincoln después de una agitada reunión de gabinete, en donde se enfrentó a todos sus ministros. Sometió a votación la propuesta y la comunicó así: siete votos contrarios y una favorable. La propuesta ha sido aprobada. Y al que no le guste, se va.
