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URBINO ES UNA POBLACIÓN ITAliana ubicada a unos 110 kilómetros de Florencia, en donde funciona una universidad con facultad de derecho. Pues allí una señora de 94 años, Adriana Iannilli, acaba de optar, con tesis laureada, al título de abogada, luego de ser graduada en ciencias orientales y en ciencia política. Y, como si fuera poco, pretende especializarse en alguna rama del derecho.
Pues el decano de esa facultad es un boyacense, Eduardo Rozo Acuña, mucho menor que su alumna, que se destacó como profesor en Bogotá en las universidades Externado, Rosario y la Esap. Y hace pocas semanas su ex alumno y paisano Héctor Helí Rojas, a nombre del Senado colombiano, lo condecoró con la Gran Cruz de esa corporación.
Que buen ejemplo el de esta señora, metida en esas disciplinas académicas, cuando entre nosotros a los 65 años se aplica la ley de la grave edad. Y ella, con esos abriles, pretende seguir siendo estudia… antes y no estudia… después. Pero también buen ejemplo el de Rozo Acuña, quien en Urbino, cerca de donde nació Maquiavelo, enseña el derecho y la ciencia política boyacense.
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Se vuelve a plantear el tema de revivir el Ministerio de Justicia, desaparecido hace algunos años. La verdad es que el problema no es tanto el que exista o no esa cartera, sino que haya pronta y cumplida justicia.
Sobre el tema vale la pena recordar cuando hace unos años en el Palacio de Gobierno de Bolivia el entonces presidente, Víctor Paz Estensoro, cogió del brazo al embajador colombiano para presentarle al almirante Sócrates Aguirre, ministro de la Marina de ese país.
El diplomático colombiano, sin poder ocultar la risa, extendió el brazo para darle la mano y les dijo a los dos que no entendía cómo Bolivia, sin tener mar, contaba con un ministro de la Marina. A lo cual respondió el ministro: “Yo también he oído decir, señor embajador, que en su país dizque hay ministro de Justicia”.
