LA TRAGEDIA DE HAITÍ HA HECHO recordar a esa isla del Caribe por cuanto fue el primer país latinoamericano que obtuvo la independencia en 1804 pero desgraciadamente se quedó rezagado.
Esa pequeña nación le sirvió de albergue a Bolívar para organizar la lucha en la búsqueda del fin del yugo español en Venezuela y la Nueva Granada. Por las Antillas, este caraqueño se la pasaba conspirando y buscando el apoyo de los ingleses para lograr sus propósitos. En Haití conoció a Francisco Antonio Zea, en mala hora, y en Kingston redactó su famosa Carta de Jamaica.
Entonces era un joven de treinta y dos años que sabía combinar su estrategia guerrillera y militar con su otra gran pasión: las mujeres. Por algo lo llamaban longanizo, por lo que sabemos y que le constaba a Manuelita y a muchas otras. La bella Julienne, de Puerto Príncipe, fue su amiga devota e inteligente en los días de los grandes trabajos de organización para la cruzada invasora a Venezuela.
El 10 de septiembre de 1815 el enamoradizo caraqueño pasó la noche en los tibios brazos de otra de sus amantes, la rubia y esbelta Luisa Crober, en la quinta que habitaba esta muchacha en el puerto de Kingston. Al alojamiento habitual de Bolívar, en ausencia de éste, llegó el joven José Félix Amestoy Mayoral, venezolano, quien iba a recibir las órdenes del jefe para el desempeño de una misión para el día siguiente. Encontrándose solo, se quedó profundamente dormido en la hamaca que usualmente utilizaba el Libertador.
El liberto Pío, negro, esclavo que fue del mismo Bolívar, y a quien le pagaron dos mil pesos de la época para esa misión, entró en altas horas de la noche, sigilosamente a la pieza del amo y creyendo que era Bolívar quien dormía en la hamaca, le asestó varias puñaladas mortales al desgraciado oficial. Amestoy murió por igualado (por dormir en la hamaca del jefe) y por estar de Davivienda: en el lugar equivocado. Y el Libertador se salvó por hallarse en el sitio adecuado.
En esta ocasión fue la bella Luisa quien lo salvó y en la noche septembrina fue su adorada Manuelita quien evitó que los conjurados acabaran con su vida. Esa buena estrella la tuvo por parecerse al padre Rafael García Herreros, en que ambos hacían programa con Manuelita.