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ENTRAMOS A UN GOBIERNO DE SANtos, de varios Santos.
Porque no sólo es Juan Manuel, como se hizo llamar en la campaña, sino también Angel… ino y por qué no Santamaría (Germán), el gran cronista y periodista, quien desde hace varios años lo ha acompañado. Y otro Santamaría (Mauricio). Luego en estos tiempos de santidad que nos esperan bueno es recordar que hubo un gobernante tan religioso que declaró a 1910 como el Año Santo. Era un militar destacado que participó en la Guerra de los Mil Días. Fue tan responsable que en una de las tantas batallas en que participó necesitó la ayuda del Altísimo para derrotar al enemigo. Entonces no tuvo más remedio que acudir a la primera Iglesia que encontró, rezar un padrenuestro y un avemaría y pedirle ayuda al Creador, de tal manera que él, en contraprestación, hacía votos de castidad de por vida. Su plegaria fue oída, ganó la batalla y le tocó cumplir su promesa.
González Valencia sería después vicepresidente del general Rafael Reyes. Como a éste no le gustaba tener segundo de a bordo, le mandó varios emisarios para que renunciara a la vicepresidencia, pero el casto general jamás accedió. El mandatario no tuvo más que acudir ante el Nuncio de Su Santidad el papa Pío X, monseñor Francesco Ragonesi. Se reunieron durante dos días en Duitama y al final el emisario, quien tenía por qué saberlo por su comunicación permanente con el Vaticano y con el más allá, le ofreció revocarle los votos de castidad a condición de que dimitiera de la vicepresidencia. Ante esta propuesta, que no se lograba ni con un recurso de hábeas corpus, y menos con uno de Corpus Christi, hizo el trato e inmediatamente envió un cable a su señora invitándola a una segunda luna de miel en las aguas termales de Paipa.
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Ramón González Valencia tenía una dirección telegráfica: Rangonvalia. Ese email, como se diría hoy, que también lo utilizaba para enviar mensajes a todos los santos, sirvió para bautizar a una población de Norte de Santander que de pronto fue donde el general hizo la promesa que sólo el enviado del Papa le pudo revocar, porque la castidad es el arte de conservar rectas las curvas. En este caso, la castidad tuvo cura.
