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MAÑANA SE CUMPLEN 107 AÑOS DE la separación de Panamá de Colombia.
El 28 de noviembre de 1821 se independizó de España y voluntariamente se anexó a nuestro país. Esto hay que aclararlo porque muchos tienen la creencia de que ese istmo era nuestro, como cualquier departamento. Mientras nosotros lanzamos nuestro grito de Independencia el 20 de julio de 1810, los vecinos sólo tomaron igual actitud once años después, en la fecha señalada.
Los panameños necesitaban formar parte de una nación como la nuestra que les diera seguridad frente a una posible amenaza española desde Puerto Rico y Cuba, bastiones del colonialismo hispánico. Y además confiaban en que Colombia, constituida como república independiente en el Congreso de Cúcuta de 1821, con Venezuela y Ecuador, le diera el apoyo necesario para lograr una comunicación entre los océanos Pacífico y Atlántico.
Colombia siempre desconoció la importancia de Panamá en esos tiempos en que era punto estratégico para llegar a California, en donde se vivía la fiebre del oro, y hoy vive la fiebre de la marihuana. En la Nueva Granada, en la Confederación Granadina, en los Estados Unidos de Colombia, pasamos de los gobiernos militares a la dictadura del poetariado, con Miguel Antonio Caro y José Manuel Marroquín, quienes haciendo gracejos, anagramas, gramáticas en versos, tomando chocolate y jugando tresillo, no miraban a tan importante istmo que en cambio se lo disputaban Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Y fueron estos últimos quienes dieron finalmente el zarpazo.
Hay un hecho que se desconoce: para que siguiera con nosotros, el general Rafael Reyes, quien fue enviado por Marroquín para que negociara con los insurrectos, les ofreció que Panamá fuera la capital de Colombia. El documento que hace esa revelación está en un libro mío que aparecerá dentro en un par de semanas, Panamá, capital de Colombia. Esto demuestra que Panamá, para nosotros, fue siempre un problema capital.
