A PROPÓSITO DEL FALLECIMIENTO del ex presidente Carlos Andrés Pérez, la prensa internacional se ha ocupado de la disputa entre su familia del primer matrimonio, que vive en Caracas, y la de su segunda, que vive en Miami, en donde falleció.
La situación ha sido tal que sus restos aún están en EE.UU., sin que todavía se le hayan dado cristiana sepultura.
Carlos Capriles Ayala, en un libro que llamó Concubinas presidenciales, se dedica a analizar la vida sentimental de los gobernantes venezolanos y sostiene que la fidelidad conyugal no ha sido la nota característica de los hombres públicos en el vecino país y que ellos nunca se cuidaron de ocultar sus hazañas sexuales. Asegura que la costumbre existe desde el siglo XIX cuando comenzó la república, tradición que comenzó con Bolívar. Sólo se escapan de esos escarceos extraconyugales Joaquín Crespo, José María Vargas, Ignacio Andrade, Rómulo Gallegos, Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns, quienes, por el contrario, mostraron imagen de buenos esposos y padres de familia. Y anota que aun Rómulo Betancourt, quien tuvo fama de inclinarse por los de su propio sexo, terminó casándose con su amante, la costarricense Carmen Valverde. El peor de todos es el dictador Marcos Pérez Jiménez, de quien afirma que era un depravado sexual que hacía orgías hasta en sitios oficiales.
Revela que el 16 de agosto de 1987, cuando el célebre conflicto entre Colombia y Venezuela por la corbeta Caldas, el presidente Jaime Lusinchi se encontraba con sus más inmediatos colaboradores en la residencia de su secretaria privada y amante (hoy esposa), Blanca Ibáñez, celebrándole los cumpleaños. En esa noche amenazaba con enviar misiles al vecino país, mientras el presidente Virgilio Barco, por televisión, anunciaba el retiro de la corbeta.
Se cuenta que uno de esos personajes “pecadores”, al llegar un día a su casa, su esposa le preguntó en tono de reproche: “¿Vienes de donde la quería?”. “De donde la quería no… la quiero”, respondió con franqueza el mandatario.