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LAS RECIENTES ACTITUDES DE ANgelino Garzón siguen poniendo sobre el tapete el tema de la Vicepresidencia.
Su reaparición en la Constituyente del 91 estuvo precedida de un debate interesante en el que afloraron dos sectores: uno comandado por Carlos Lleras de la Fuente y Hernando Herrera Vergara y otro por el M-19 y Horacio Serpa. Los primeros consideraban peligrosa la figura y se inclinaban por mantener la designatura, pero con una variante frente a como existía, consistente en que su única misión, cuando había vacancia absoluta del Presidente, era la de convocar a elecciones, salvo cuando hubiesen transcurrido treinta meses del período presidencial, caso en el cual debería terminarlo él mismo. En cambio Serpa apoyaba la Vicepresidencia para conseguir, por medio de ella, acuerdos políticos que contribuyeran al triunfo. Por ejemplo, si el candidato era del interior, poner de vicepresidente a uno de la Costa. O, como sucedió recientemente que, frente a un Santo, poner de vice a un Angel… ino.
Pero en la puja —hasta hubo empate en una votación— ganaron Serpa y el M-19 y hoy tenemos a un vicepresidente controvertido en donde la gente se pregunta en qué le fue mejor a Angelino, si en el paro cardíaco o en el paro camionero.
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Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Por eso hay que aprender de ellos, los viejos. Por ejemplo, soy feliz oyéndoles historias. Uno cercano al centenario es Carlos Alemán Zabaleta, nacido en Mompox, que se conoce, de propia percepción, mucha historia patria. Acaba de publicar su Memorias (Trilce Editores), con el sugestivo título “En cada casa un piano”. Por ejemplo, cuenta lo que le oyó decir a un borracho el 9 de abril, en pleno centro, con una botella Viuda de Clicquot en la mano: “Estos oligarcas sí beben feo”.
A pesar de que el libro es de Alemán, con la colaboración de Álvaro Pablo Ortiz y el librero Guillermo Martínez González, está escrito en un muy buen español.
