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SEGÚN EL EXPRESIDENTE ALFONSO López Michelsen, los autores del asesinato de quien fuera su ministro de Gobierno, Rafael Pardo Buelvas, ocurrido el 14 de septiembre de 1978, contaron con la complicidad del ala extremista del Cinep y lo que pretendían era atentar contra él pero, ante la imposibilidad de ubicarlo, por no tener en ese momento sitio de vivienda conocido, lo hicieron contra su excolaborador. Acababa de salir de la Presidencia el 7 de agosto.
La revelación está contenida en el segundo tomo de sus Memorias, que acaba de aparecer (Editorial Oveja Negra), en donde dice: “Un día, el 14 de septiembre de 1978, un grupo de anarquistas que pertenecían en su mayoría a la familia Abadía Rey, decidió asesinarme. Para tal efecto se organizaron bajo la inspiración del más audaz de entre ellos, de apellido Camelo, casado con Adelaida Abadía. Camelo planeó todos los detalles del homicidio, contando con la complicidad del ala extremista del Cinep, una organización promovida por los padres jesuitas de izquierda, amigos de la teología de la liberación por la violencia. Fue en el Cinep de Medellín a donde Camelo se ocultó, a raíz del homicidio contra el ministro Pardo Buelvas”.
Esta afirmación, conocida casi 33 años después, aún puede ocasionar un obispero. Todavía muerto, López pone a pensar.
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A propósito de la excelente película El discurso del rey (Jorge VI), premiada el domingo, y que nada tiene que ver con los Abadía Rey referidos en la nota anterior, bueno es recordar un apunte del yerno del personaje, el príncipe con suerte, Felipe de Edimburgo, esposo de la reina Isabel y quien hace gala del humor inglés. Una vez le preguntó a un obrero de los ferrocarriles si tenía posibilidades de ascenso. “Ah, tendría que morir mi jefe”. A lo que replicó el príncipe: “Es lo mismo que me pasa a mí”.
