A REY PUESTO, REY MUERTO. ESA ES una verdad que nadie discute. Cualquiera creía que la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, iba a hacer todo lo que le dijera su antecesor y propulsor, Luiz Inácio Lula da Silva. Pues no. Contrario a lo que él pensaba, ella invitó y recibió al presidente Obama.
Por su puesto que al expresidente eso no le gustó, tanto que no se dejó ver del mandatario visitante y tuvo la mala educación de ser el gran ausente en el almuerzo que ella le ofreció y adonde concurrieron todos los anteriores exmandatarios Fernando Henrique Cardoso, Itamar Franco, Fernando Collor de Melo y José Sarney.
Lula no es muy amigo de mantener buenas relaciones con los EE.UU. y prefiere, por el contrario, hacer un mayor acercamiento con China. A pesar de que la presidenta Rousseff pidió a la principal organización de izquierda brasileña, el Partido de los Trabajadores, en donde Lula tiene mucha influencia, que desistieran de hacer una manifestación protestando por la visita de Obama, ella se realizó y la mandataria no quedó muy contenta con esa actitud.
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Es que los gobernantes deben tener siempre presente que cada alcalde manda en su año. Por ahí, por ejemplo, anda un exconsejero presidencial anunciando que si lo condenan por alguna de sus pilatunas, tiene una pastillita… Y algunos aseguran que se la tomará con jugo de Naranjo. Igual, algunos huérfanos del poder en Brasil habrían querido darle al presidente Obama, en su visita, jugo de Lula.
A propósito de lo anterior, vale la pena recordar un aviso clasificado publicado en Francia hace muchos años. Decía así: “Véndense muebles estilo Luis XV. Entenderse con Luis XVI”.