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Grave, pero muy grave, que el presidente del Directorio Nacional Conservador, José Darío Salazar, el defensor del proyecto de ley que pretende deslegitimar los abortos legalizados por la Corte Constitucional y el que busca evitar que se legisle sobre los matrimonios de parejas del mismo sexo, sea el mismo que logró que a un pariente suyo la Dirección Nacional de Estupefacientes le adjudicara la administración de un motel en Cali que fue del narcotraficante Hélmer Pacho Herrera.
¡A lo que hemos llegado! Que el adalid de la moral pública, como anotaba María Elvira Bonilla en reciente columna, sea la misma persona interesada en esos mismos establecimientos en donde los clientes son conocidos de autos, eso no tiene explicación y significa que tiene rabo de paja. O mejor, tiene rancho de paja. Y, en una frase de cajón, es un negociante de sementerios administrando la funeraria.
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Desaparece finalmente el Consejo Nacional de Televisión y con él un parágrafo que a última hora hizo incluir el sindicato del también desaparecido Inravisión y que era insólito que estuviera en una Constitución: “Se garantizarán y respetarán la estabilidad y derecho de los trabajadores de Inravisión”. Una Constitución está para eso, para garantizar y respetar los derechos de sus habitantes. Sobraba que se incluyera, pero los de ese sindicato, previendo que la creación del nuevo organismo los mandara por entre un canal, lograron que se incluyera y permaneciera durante veinte años en el artículo 77, a pesar de que no existía Inravisión y tampoco sindicato. ¿Y cómo lo consiguieron? Muy fácil. Ellos fueron quienes durante cinco meses transmitieron la “voz e imagen de los constituyentes”. Le resultó sencillo. Por eso al Instituto Nacional de Radio y Televisión algunos le decían Inri, porque a todos nos tenía crucificados.
