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El exhombre fuerte de Panamá, Manuel Antonio Noriega, regresa a su patria luego de cumplir condenas en EE.UU. y Francia, pero le espera un resto de vida también en prisión como partícipe de varios delitos, entre otros el del asesinato de Hugo Spadafora, persona muy cercana al general Omar Torrijos y quien deseaba convertirse en un segundo Ché Guevara.
Spadafora, quien fue viceministro de Salud de Torrijos, era un soñador. Dejó el gobierno para unirse al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Allí creó la brigada “Victoriano Lorenzo”, nombre de un legendario personaje panameño asesinado poco antes de que el istmo se separara de Colombia en 1903. Esa columna fue de las primeras que cruzaron la frontera con Costa Rica para penetrar por el sur de Nicaragua, en junio de 1979, para la ofensiva final contra Somoza. Después de haber participado en el triunfo y llegar victorioso a Managua, y al darse cuenta de que no compartía los propósitos de los nuevos dirigentes nicaragüenses, quiso seguir en la lucha revolucionaria centroamericana en El Salvador, con el Frente de Liberación Nacional FMLN, también en Guatemala con la Organización del Pueblo en Arma, ORPA, y finalmente uniéndose a la Contra de Edén Pastora, el legendario Comandante Cero, porque ambos coincidían en ideales revolucionarios pero no marxistas.
Spadafora jamás tuvo buenas relaciones con Noriega, tanto que en más de una ocasión aquél, por distintos medios de comunicación, lo sindicaba de ser narcotraficante y aliado de varios carteles, entre otros el de Medellín.
Después del fallecimiento en un accidente aéreo del general Omar Torrijos en 1981, el país prácticamente quedó manejado por los militares, en cabeza del general Noriega, quien era jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá. Y a él y a nadie más se le sindica del asesinato de Spadafora, cuyo cadáver apareció oculto en un bolso de lona de color verde oliva en la frontera entre Nicaragua y Panamá.
“Piña”, como le dicen a Noriega, no sólo madurará sino se va a pudrir en su propia patria.
