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Lo vimos el día del deportista del año. Estaba de quince, a pesar de sus 91 años.
Todavía monta en bicicleta, maneja su Volkswagen, camina derecho, jamás arrastra los pies. Si bien no tiene una actividad periodística habitual, está al día en todo lo que pasa y una que otra vez escribe en algunos medios y hasta hace poco tuvo cátedra de sociología en la Universidad Santo Tomás. Me refiero a Mike Forero Nougués, quien por muchos años fue director de la sección deportiva de El Espectador. Como tal cubrió un sin número de vueltas a Colombia y varias veces le dio la vuelta al mundo como enviado especial a olimpiadas y mundiales de fútbol.
Graduado en educación física, desde muy joven incursionó en el periodismo, vinculándose en 1952 a El Espectador, en donde se destacó no sólo por el buen manejo de la prosa y del idioma, sino también por su rectitud y responsabilidad, hasta el punto de defender sus puntos de vista aun a costa de la actitud violenta de quienes no los compartían.
En una ocasión, me recuerda Rufino Acosta, su discípulo y compañero, debió salir del estadio de Barranquilla protegido por la infantería de Marina, ante la iracundia del público que no le perdonaba sus críticas a la Selección Colombia, formada entonces por mayoría de jugadores costeños. Pero, como marinero que fue, “supo capear las aguas bravas”. Se necesita ser muy de Piedecuesta para enfrentarse a tamaña afición que defiende al Júnior así le vaya mal.
Mike, en la plenitud de sus años, es un excelente conversador con una memoria prodigiosa que envidiaría cualquiera de las nuevas generaciones. Él, que instituyó con don Guillermo Cano la presea del Deportista del Año, bien merece ser el Deportista del Siglo. Qué placentero llegar a la ley de la grave edad montando en bicicleta y conduciendo un Volkswagen escarabajo en las hoy calles inundadas de Bogotá. Se necesita ser muy buen marinero.
