Como nos encontramos en semana de recogimiento, vale la pena ocuparnos de temas nada trascendentales. Por eso va el siguiente relato que me envió un lector que tuvo la fortuna de observar la escena descrita.
Iba un señor en un carro y se da cuenta, después de largo rato, que está perdido. No encuentra qué hacer y finalmente ve a alguien en la calle, y le pregunta.
—Disculpe, señor, estoy perdido. ¿Podría ayudarme?
“Claro, con todo gusto”, le responde.
—Quedé en verme con un amigo a las dos de la tarde —relata el perdido—, y como puede darse cuenta, llevo media hora de atraso y no sé dónde me encuentro.
“Muy fácil, señor”, le responde, “se encuentra usted a unos siete kilómetros del centro de la ciudad, andando en su carro, entre 6 grados de latitud norte y 72 grados de longitud oeste”.
—Se ve que es usted ingeniero, ¿verdad?
“Sí señor, lo soy. ¿Cómo lo ha adivinado?”.
—Muy sencillo —respondió—, porque todo lo que me ha dicho es técnicamente correcto, pero prácticamente inútil porque sigo perdido, voy a llegar tarde y no sé qué hacer con su información.
“¿Y usted es político?”, le pregunta el señor de la calle.
—¡Claro! —responde orgulloso el señor del carro—. ¿Y cómo lo ha sabido?
“Porque usted no sabe para dónde va, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho está usted en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna razón, parece que la culpa es mía”.
Feliz Semana Santa. Entréguense al Señor, sobre todo las señoras.