Old Parr es un whisky muy querido, apreciado y consumido por estas tierras, pero, contrario a lo que podría pensarse, sólo se comercia en las islas Caribe, Colombia, Venezuela y Panamá.
En Valledupar lo toman sin cesar, tanto que a esa ciudad la llaman el Valle de Old Parr. Por eso hace unos años llegó allí un alto funcionario de la destilería que la produce —la Gragganmore, ubicada a orillas del río Spey— para conocer esa ciudad en donde en sólo cinco días (cuando hay Festival Vallenato) se consumen 2.500 cajas.
El nombre del whisky lo tomaron de Thomas Parr, un campesino inglés, soldado y farmaceuta que nació en 1483. Fue casto hasta los 80 años, cuando se casó. Enviudó, se volvió a casar a los 122 y murió el 14 de noviembre de 1635, a los 152 años. Su vigor y longevidad se le debió al whisky, por lo menos eso dice la leyenda.
Me precio de tener dos hermosas botellas de Old Parr-500 años, producidas en 1983 con motivo de los 500 años del nacimiento de don Thomas, las que espero compartir algún día, cuando encuentre un motivo. Claro, mi abuela decía: “Quien guarda comida, guarda pesares”.
Pero toda esta remembranza de tan renombrado whisky la hago para contar que los vallenatos, acostumbrados a ponerle apodo a todo, conocen ahora la botella de Old Parr, la grande de mil c.c., con un sugestivo nombre que popularizó Iván Villazón en un paseo.
La historia es que cuando alegre y animadamente degustaban una de las tantas botellas que el contrabando permite que lleguen a las tierras de Santo Ecce Homo, pasó por el lugar una señora alta, de cuerpo algo robusta, cuando uno de los de la mesa al verla, y tras observar la de mil c.c., comentó a sus compañeros: “Se han dado cuenta de que esta botella es igualita a María Namen”. Y desde entonces así llaman a la Old-Parr de ese tamaño. Si dudan esta historia, oigan el vallenato de Villazón que ya le costó un pleito judicial instaurado por la apodada (está en Youtube).