Hay quienes equivocadamente aseguran que el presidente López Michelsen fue quien señaló al Meridiano 82 como el límite entre Colombia y Nicaragua.
Esa, como otras muchas inexactitudes, se dicen y se repiten a propósito del diferendo entre ambas naciones, sobre todo entre quienes parecen padecer la “enfermedad holandesa”.
El tratado Esguerra-Bárcenas no fue resultado de una guerra, como parece indicarlo el primer nombre de su denominación, sino que es un pacto de límites que no se ocupó de la delimitación marítima porque entonces, en 1928, prácticamente no había derecho del mar.
Ese tratado dio una solución salomónica: se le cedió a Nicaragua la Costa de Mosquitia, que era nuestra, y a Colombia se le reconoció San Andrés con cayos, islotes y bancos, con excepción de Roncador, Quitasueño y Serrana, que los teníamos en litigio con los EE. UU.
Según dejó escrito el presidente López, tan poca importancia se le atribuía entonces al mar, que la única alusión a este tema fue la mención del Meridiano 82, incluida en el canje de ratificaciones del tratado, sin que fuera menester la aprobación de dicha adición por parte del Congreso de Colombia, por considerarse, por ambos gobiernos que no se trataba de algo extraño al Convenio, sino que entraba a formar parte del mismo.
Los entendidos en estas materias sostienen que como quiera que la República de Nicaragua había arrendado a los EE. UU. las llamadas islas del Maíz (Big Corn y Little Corn) por medio del Tratado Bryan-Chamorro, por cien años sin contar con el reconocimiento de dicha propiedad por parte de Colombia, fue esa la razón para que se incluyera el Meridiano, al occidente del cual están dichas islas, como complemento interpretativo del Tratado Esguerra-Bárcenas. (López, El Tiempo, 10 de marzo de 2002).
Luego los entendidos de hoy, dejen de darle paternidad de cosas que no son al presidente López. La verdad es una, y meridiana.
