Si bien la Procuraduría tiene origen en 1830, cuando se creó como “agente del Poder Ejecutivo”, la verdad es que su verdadero propulsor fue Florentino González quien hizo incluir esa institución en la Constitución de 1853 como un organismo autónomo con un jefe elegido por voto popular para un período de cuatro años.
Pero ¡las vueltas que dan nuestras instituciones! González era ateo confeso, condición ideológica de la cual se jactaba, como hoy la hace el último de sus sucesores, pero por lo contrario: su religiosidad extrema. Cuando quedó constituida esa entidad, González aspiró al cargo y él, que era de los gólgotas —fracción liberal— buscó el apoyo de los conservadores. Es decir, asumió entonces una actitud como el actual que para salir electo —también a la inversa—, buscó el apoyo de personas diferentes de su ideología, como el hoy alcalde destituido, Gustavo Petro, quien votó por él en el Senado.
Entonces se produjo un gran revuelo, como también lo hubo recientemente. Uno de los voceros del conservatismo declaró: “No es aceptable, porque el doctor González profesa el principio de que los gobiernos deben ser ateos. Los gobiernos se componen de hombres, y si estos no creen que existe un Dios ¿cómo gobernarán al pueblo”.
Y el aludido respondió: “Yo estoy incurso en cuatro excomuniones mayores, y ya ven ustedes, caballeros: como, duermo, me paseo y vivo lo mejor que puede vivirse en esta pobre tierra”.
El conservatismo se dividió, gracias a lo cual González, pudo ser elegido por el pueblo. Fue esa la primera vez que hubo sufragio universal. Obtuvo 64.491 votos, ganándole a candidatos liberales y conservadores.
González, ateo y libre pensador, se casó con una de las Ibáñez, Bernardina, que había sido de novia de Bolívar y había tenido una hija con Miguel Saturnino Uribe, de donde descienden muchos encopetados bogotanos. Una de las hijas de Florentino y Bernardina, Soledad González, se metió a monja. ¿Pasará lo mismo con el procurador, que cambie el Habeas Corpus por el Corpus Cristi? Por lo menos su figura es la de un Altísimo que sanciona por hábito.