Rafael Núñez fue presidente por primera vez de 1880 a 1882, cuando, de acuerdo con la Constitución vigente, la de 1863, las presidencias duraban dos años. Quiso, entonces, escoger a su sucesor y, en efecto, lo hizo.
Puso a Francisco Javier Zaldúa, considerado el primer jurisconsulto del país. Ninguno de los dos grupos liberales estaba de acuerdo con el “dedazo” de Núñez. Los radicales lo señalaban como un “viejo moribundo, inteligencia apagada y biombo detrás del cual se ocultan los pensamientos de prórroga del señor Núñez”. Como evidentemente era un hombre entrado en años, consideraban que, al apoyarlo, lo que deseaba Núñez era aprovecharse de su ancianidad, aparentemente débil, y de sus enfermedades, para manejarlo detrás de bambalinas.
Y ciertamente, Núñez lo había calculado así, tanto que después de dejar la Presidencia y asumir Zaldúa, se hizo elegir primer designado. Pero contrario a lo que se especulaba y deseaba el cartagenero, el viejo no le marchó. Y como si fuera una historia reciente (la de Santos y Uribe), las relaciones se dañaron desde el mismo día de la posesión.
La Constitución establecía que los más altos cargos de la Nación necesitaban la aprobación del Congreso, y Núñez, que manejaba la corporación, comenzó a influir para que se bombardeara todo aquello que presentara el Gobierno. Fue así como este improbó la designación de varios de los ministros y sólo después de cuatro meses de iniciada su administración fue cuando Zaldúa logró tener completo el gabinete.
La avanzada edad y lo delicado de salud del presidente hicieron que solicitara permiso para trasladarse a Tena para despachar desde allí, en un clima menos frío. Núñez hizo que le denegaran la solicitud y al poco tiempo falleció Zaldúa. Y eso que había declarado: “Ni me someto, ni renuncio, ni me muero”. Pero una cosa es lo que se quiere y se desea y otra muy distinta es lo que el destino nos tiene deparado.
Luego no es la primera vez que un presidente cree que su sucesor le va a marchar. Ahora hay que ver qué sucederá con el próximo mandatario. ¿Tendrá un congreso adverso? O, por el contrario, ¿Santos le dará en el puro centro democrático?