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La elección de Rafael Reyes pasó a la historia por haber sido el resultado de un fraude, gracias al registro de Padilla.
Se enfrentó al cartagenero, también conservador, Joaquín F. Vélez, quien era presidente del Senado y jamás aceptó los resultados oficiales. Por tener esa dignidad, le correspondía darle posesión al mandatario, pero se abstuvo de hacerlo y con la franqueza que le era habitual le manifestó a Reyes que no lo consideraba como primer magistrado de la nación, sino como un usurpador. En consecuencia, quien lo posesionó fue el vicepresidente del Congreso, José Vicente Concha.
Hace unos meses (22-09-13) se planteó aquí la hipótesis de que al ser elegido Álvaro Uribe senador y Santos reelecto, al primero se le escogiera presidente del Congreso y se repitiera el lamentable episodio. Que no se les ocurra a nuestros parlamentarios actuar de esa manera, porque, como se apuntara en este diario el pasado sábado, “el pueblo que olvida su historia está condenado a elegir a sus expresidentes como senadores”.
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A los jefes liberales siempre se les ha llamado por sus apellidos: López, Santos, Lleras, Barco, Gaviria, Samper. En cambio los conservadores hablan de Laureano, Belisario, Álvaro, Noemí, Marta Lucía. Los únicos que no aceptaban esas confiancitas eran Ospina y Pastrana papá, porque el hijo hasta se hace decir Andrés, carne de juez. ¿Se imaginan decirles a los del trapo rojo
Alfonso, Enrique, Alberto, Carlos, Virgilio, César, Ernesto?
Ahora los asesores de imagen del presidente-candidato recomiendan que se le llame Juan Manuel y no Santos, rompiendo una vieja tradición liberal. ¿Será para que no haya equivocación con Pachito? Es más fácil que a éste lo confundan con el papa Francisco, que es un santo, pero no Pachito.
Está bien que a los Galán se les llame por el nombre, porque son varios, no así al presidente Santos.
