Desde la independencia, Colombia no ha visto la paz.
Tuvimos lo que se conoció como la “Patria Boba” y después las interminables guerras civiles del siglo XIX. Luego de 45 años de hegemonía de un solo partido, la llegada al gobierno del liberalismo y el retorno del conservatismo con Mariano Ospina Pérez, llevaron a Jorge Eliécer Gaitán a hacer la marcha por la paz en 1948. A raíz del asesinato de este líder, el 9 de abril de ese año, surgieron las primeras guerrillas liberales en Santander y en el sur del Tolima, y después vendrían las de los Llanos Orientales y Boyacá.
Tanta era la violencia en el país, que tras la caída de Rojas Pinilla los dirigentes Alberto Lleras, del liberalismo, y Laureano Gómez, del conservatismo, suscribieron en la población española de Benidorm un acuerdo en donde se comprometieron a establecer gobiernos compartidos en la búsqueda de paz, el que fue refrendado por los colombianos el 1º de diciembre de 1957. Salió elegido Lleras, primero, y Guillermo León Valencia, después. En la administración de este último el ejército organizó lo que se conoció como la “Operación Marquetalia”, haciendo un combate histórico el 27 de mayo de 1964, cuyos 50 años van a cumplirse próximamente.
Allí nacieron las Fuerzas Armadas Revoluciones de Colombia (Farc). Marquetalia es una pequeña población situada al oriente del departamento de Caldas, en donde por esos años se congregaron unos guerrilleros que no entregaron las armas cuando hubo una amnistía al comienzo del Frente Nacional. Pedro Antonio Marín o Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, y Jacobo Arenas eran los jefes máximos de ese grupo subversivo que desde entonces ha pretendido tomarse el poder por las armas. “Repúblicas independientes”, las llamó Álvaro Gómez.
En 50 años no consiguieron sus propósitos y Marulanda y Arenas murieron de viejos y, por el contrario, se ha bañado de sangre la República. ¿Acaso no es tiempo de darles un adiós a la armas? Ojalá cojan la caña, en Cuba.