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Ha muerto un gran colombiano. Se trata del inglés Malcolm Deas, quien conoció más el país que cualquier compatriota. Desde 1963, cuando nos visitó por primera vez, se conectó tanto con Colombia que siguió su curso y se puso a investigarlo, convirtiéndose en la persona que más lo examinó, sobre todo estudiando personajes del siglo XIX, como Medardo Rivas, un cafetero de tierra caliente al que se refirió el año pasado en su última conferencia en la Academia de Historia, tan desconocido que pocos hoy saben de su existencia.
Tenía la afición el profesor Deas de desempolvar papeles en nuestras bibliotecas para encontrar documentos que le permitieran sentar una teoría para un hecho político o económico. Sin que le complaciera su prosa y menos su radicalismo, estudió a José María Vargas Vila, de quien podría decirse que fue el más humano de los autores y sus casi 100 libros le permitieron huir de la Regeneración y vivir en el exilio por cuenta de los derechos de autor. Hizo una breve antología de su obra con una pequeña biografía.
A muchos les pareció insólito que estudiara a Virgilio Barco, sobre todo porque los escritores se inclinan por personajes vistosos, grandes oradores, dirigentes carismáticos. El presidente cucuteño no tenía esas condiciones, pero realizó una excelente administración, como lo han demostrado los años. Con Carlos Ossa analizó su cuatrienio: El gobierno Barco. Política, economía y desarrollo social en Colombia, y luego publicó su biografía: Barco. Vida y sucesos de un presidente crucial y del violento mundo que enfrentó.
En los últimos años de su vida trabajó muy de cerca con su amigo Luis Horacio López, la persona que compiló en varios tomos la obra completa de Santander que se publicó en el gobierno de Barco. Varias veces compartí con ellos y me deleité con las anécdotas de la vida del profesor Deas y de la historia nacional.
Como colombiano le encantaba el pandebono y se atrevía a llevar la harina a Londres para hornearlos y complacer a su hija colombiana. Más de una vez le tocó explicarles a las autoridades de su país que ese no era el polvo que perseguían.
Se nos fue el profesor “distraído”, como una vez lo definió el presidente López.
