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En el tintero me quedaron varios aspectos de la vida de Jorge Leyva, padre del “conspireta” de Petro. Dije que había sido íntimo de Laureano Gómez y quien con Álvaro Gómez —por eso bautizó con el mismo nombre a su hijo— hacia parte del binomio que manejaba el gobierno.
Las travesuras de Jorge Leyva, para ayudar a su amigo Laureano, venían de tiempo atrás, desde el gobierno de Ospina Pérez. Inspiró lo que en su tiempo se llamó la “Carta de Guasca”, que suscribieron varios conservadores, para que fracasara el pacto de Unión Nacional, hecho luego del 9 de abril, y que permitió la designación de Darío Echandía como ministro de Gobierno. Luego de esa misiva, Leyva fue nombrado por Ospina ministro de Comercio, el 21 de mayo, y de allí armó la artillería para elegir presidente a Laureano Gómez, con su compañero de binomio, Álvaro Gómez.
Luego, en el gobierno de Laureano, fue su ministro de Obras Pública y su hombre de confianza. Después ministro de Guerra el día en que le dieron golpe de Estado; tan solo duró dos horas. En los años de la dictadura se exilió en los EE. UU. mientras su jefe estaba en España en donde, con Alberto Lleras, diseñaron el Frente Nacional. Hasta allí llegó la amistad.
Rotas las relaciones, Leyva se lanzó en disidencia a la Presidencia. Ganó Alberto Lleras con 2’482.948 votos y Leyva obtuvo 614.861. Cuatro años después, se le enfrentó a Guillermo León Valencia, quien llegó a la Presidencia con 1’636.081 y Leyva, nuevamente en disidencia, alcanzó 308.992 votos.
Luego, ¿por qué nos extraña las volteretas de su hijo Álvaro si los Leyva son así? Esa es la Ley... va.
