Nicaragua y Sergio Ramírez

Mientras a Sergio Ramírez lo exaltaban con el premio Príncipe de Asturias en España, su compatriota Daniel Ortega trataba de hacer piruetas para sostenerse frente a las protestas populares que exigen su retiro del Gobierno. Ellos estuvieron unidos luchando contra la dictadura de Anastasio Somoza Debaile y los dos llegaron al Gobierno en fórmula presidencial en los comienzos de la revolución sandinista. Eran los años en que el pueblo soñaba con un país mejor que pusiera fin a una larga dictadura que gobernó al país centroamericano.

Ramírez, al ver cómo se frustraron sus sueños y los del pueblo nicaragüense, rompió con Ortega, su antiguo aliado, y con la gentuza que lo rodea (entre otros su mujer, Rosario Murillo, hoy su nueva vicepresidenta). Renunció a la política y se dedicó a algo que le es más provechoso y que acaban de reconocerle: la escritura. Novelas, ensayos, artículos de prensa, ha sido su producción luego de su fallido experimento. Entre ellos Adiós muchachos, una excelente crónica sobre la frustrada revolución sandinista, en donde describe los orígenes del movimiento, la derrota de Somoza Debaile, los primeros actos de gobierno y su desengaño. Es que Ramírez era un intelectual perdido en la política, porque Nicaragua es tierra de letras, como el inolvidable Rubén Darío, quien, al conocer nuestra Constitución radical de 1863, dijo que era una Constitución para ángeles.

A nadie le pasaba por la cabeza que la revolución contra los Somoza (padre e hijo), iniciada por Sandino, iba a terminar en una dictadura peor en donde el Gobierno está en manos del dictador Ortega con su Somoza Debaile.

Lo único bueno de todo esto es que las letras latinoamericanas reconquistaron a un excelente escritor como Sergio Ramírez. Así acaban de reconocerlo con el Príncipe de Asturias.