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Posesiones presidenciales

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Óscar Alarcón
29 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
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Con motivo de la posesión del nuevo presidente argentino, Mauricio Macri, hubo un problema de Estado porque el nuevo mandatario no quería que su antecesora, la señora Cristina Fernández de Kirchner, asistiera a la ceremonia y ella, a su vez, tampoco le complacía estar allí. Fue necesario encargar de la Presidencia, por 24 horas, al presidente del Senado para que éste le entregara el Gobierno al mandatario electo.

Colombia es quizás la única democracia presidencialista del mundo en donde el mandatario electo se posesiona con ausencia de su antecesor quien lo espera, impaciente, en la casa presidencial. El presidente López Michelsen quiso adoptar la costumbre general, pero aquí siguieron con nuestra tradición. Hasta Chávez juró por primera vez ante su antecesor Rafael Caldera y con la que llamó “moribunda” Constitución.

En Colombia también hubo un problema de Estado cuando la posesión del general Rafael Reyes, no por la presencia de su antecesor, el anciano José Manuel Marroquín (de ingrata recordación), sino porque el presidente del Senado, quien debía tomarle el juramento, era Joaquín F. Vélez, contrincante de Reyes en las presidenciales, y quien siempre se consideró víctima del fraude del Registro de Padilla. En consecuencia le tomó el juramento el presidente de la Cámara, José Vicente Concha.

Tamaño problema se armó en la posesión de Mariano Ospina Pérez. El juramento se lo tomó el presidente del Senado, José Jaramillo Giraldo, pero éste pronunció un discurso tan largo que casi llega hasta el nueve de abril. Un delegado del generalísimo Francisco Franco en la posesión, el poeta Eduardo Marquina, para no romper el protocolo, se aguantó de ir al baño durante tan largo lapso. Como consecuencia de esa retención en la fuente le dio cistitis y a las pocas semanas murió.Ojalá cojamos la costumbre de que cuando se inicia un gobierno asistan el entrante y el saliente en la Presidencia, así se reencontrarían Santos y Timochenko. Lo malo es que quien dé posesión y hable sea Roy Barrera. Ahí no habría cistitis sino embarrada.

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