Con motivo de la visita del papa Francisco a México se armó en ese país la polémica por el matrimonio del presidente Enrique Peña Nieto con la Ángela Rivera. La unión de los dos (ambos divorciados) se realizó gracias a que el Vaticano, en tiempo récord, anuló sus primeros matrimonios.
¡Cómo cambian los tiempos! En el siglo XIX en nuestro país no se miraba con buenos ojos la unión del presidente Rafael Núñez con doña Soledad Román. Él se había casado en Panamá con Dolores Gallego y años después se divorció, de acuerdo con las leyes civiles vigentes. Las malas lenguas de la época aseguraban que Núñez, como presidente, había promovido un Concordato con la Santa Sede para que le resolvieran su situación conyugal frente a la Iglesia católica, pero la verdad fue que el texto adoptado estableció claramente que tenían plenos efectos los matrimonios celebrados con anterioridad. Si el presidente Núñez hubiera hecho la señita al Vaticano le habrían anulado el matrimonio, porque la Santa cede, como cedió con Peña Nieto y con el presidente Turbay Ayala.
Tan no hubo la señita que cuando el presidente Núñez presentó a su esposa (aún no se habían casado por lo católico) ante la sociedad bogotana en un concurrido banquete en el Palacio, a doña Soledad la hizo entrar de brazo del excelentísimo señor arzobispo de Bogotá, monseñor José Telésforo Paúl. Entonces los conservadores se pusieron de pies y aplaudieron, mientras que los radicales —¡quien lo creyera!— comentaron: “Están juntos el excelentísimo, el ilustrísimo y la grandísima”. Núñez solo pudo casarse con Soledad Román luego de la muerte de su primera esposa. Entonces elevó a sacramento su segundo matrimonio
Decía que cómo cambian los tiempos. El papa departió en México, que es un país laico, con el presidente Peña Nieto y su joven esposa. Y en Colombia tanto el presidente Santos como el vicepresidente Vargas Lleras son casados, ambos, en segundas nupcias. Es de lo único de lo que no ha hablado el procurador Ordoñez.