Se cumplen mañana 110 años del asesinato de Rafael Uribe Uribe, general de la Guerra de los Mil Días y otra de las víctimas de la violencia partidista que nos persigue. Era entonces el jefe máximo del liberalismo, porque había otros –como Olaya Herrera, Eduardo Santos y Benjamín Herrera– que con algunos conservadores crearon el Partido Republicano, pero tiempo después regresaron al partido.
Uribe Uribe, por el contrario, era liberal de doctrina, tanto que siempre propugnó porque su partido se nutriera de las fuentes del socialismo. Fue muy cercano al gobierno del general Rafael Reyes, tanto que le ofreció ser ministro, pero no aceptó. En cambio, sí fue parte de la Asamblea Constituyente y Legislativa que convocó luego de cerrar el Congreso y que hizo importantes modificaciones a la Constitución de 1886, tema del cual me ocupé hace un par de semanas.
El 7 de agosto de 1914 dejó la presidencia Carlos E. Restrepo (republicano) y asumió José Vicente Concha (conservador). Entonces Uribe Uribe fue víctima de una campaña en su contra por parte de los republicanos, quienes le achacaban la derrota, a lo cual se sumó que el nuevo Gobierno designó a dos ministros liberales uribistas, los únicos no conservadores del gabinete. La salida de trabajadores de la nómina oficial se la achacaron a Uribe y dos artesanos cesantes –Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal— decidieron darle muerte con varios hachazos a la entrada del Capitolio.
El hecho ocurrió el 15 de octubre, y Uribe Uribe falleció al día siguiente, sin recobrar el conocimiento. A pesar de que los dos homicidas aseguraron en el juicio que el plan lo habían concertado ellos, siempre se ha tenido la duda, como ha ocurrido entre nosotros en casos similares, de si hubo autores intelectuales.
Hay mucha diferencia entre un Uribe Uribe y un Uribe solo.
