Entre junio y septiembre de 1957, Gabriel García Márquez realizó un viaje por los países socialistas que aprovechó para escribir una serie de crónicas sobre lo que vio entonces.
Su visión sobre la Unión Soviética la tituló “22’400.000 kilómetros y ningún aviso de Coca-Cola”. La conmemoración de los 25 años de la caída de la Unión Soviética pasó casi desapercibida, el pasado 25 de diciembre, cuando hoy el país debe estar lleno de avisos sobre la emblemática bebida. El País de Madrid fue uno de los pocos medios en el mundo que recordaron el derrumbe. Ese día, fiesta en Occidente, pero no en Rusia, Gorbachov se dirigió a la población de un país que en la práctica ya había muerto. Cuenta ese periódico que cuando llegó el momento de firmar el decreto, con su propia renuncia como presidente de la URSS, su pluma dejó de escribir. Entonces Tom Johnson, jefe de la CNN, que cubría el acto, le tendió a Gorbachov su pluma Montblanc. “¿Es estadounidense?”, preguntó el ruso. “No señor, francesa o alemana”, respondió el periodista. Y entonces Gorbachov firmó.
Pero ¿a qué se debió la caída de la Unión Soviética? No por la Coca-Cola que no se anunciaba en los 22’400.000 kilómetros, sino por otra insignia del capitalismo: McDonald’s. Esa, por lo menos, es la teoría del escritor español Gregorio Luri, quien asegura que si bien no fue derrotada militarmente por un ejército enemigo, McDonald’s abrió su primer local en Rusia el 31 de enero de 1990, en la plaza Puskin de Moscú. “Tenía un aforo —dice— de 700 personas, el más grande de la cadena. Comenzó a formarse una cola de madrugada, a varios grados bajo cero. Poco a poco fue creciendo hasta alcanzar varios kilómetros. Al acabar el día se habían servido 35.000 menús” (El cielo prometido, p. 139).
Pocos meses después vino el fin. ¿Quién se acuerda hoy de Brezhnev, quien tenía en las cejas los bigotes de Stalin? Hoy Rusia es otra cosa, hasta tal punto que aseguran que se inmiscuyó en la elección de un presidente norteamericano.
En definitiva, McDonald’s hamburguesó a Rusia, tanto que nuestro hombre en Moscú es Alfonso López Caballero.