Quiso el destino que los dos más grandes escritores de las lenguas, la inglesa y la castellana, William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra, fallecieran el mismo año, en el mismo mes y con un día de diferencia.
Shakespeare el 23 de abril y Cervantes el 22. Y ese otro grande de las letras latinoamericanas, Mario Vargas Llosa, en su más reciente columna en El País de Madrid, se ocupó del inglés al referirse a la puesta en escena de la tragicomedia “Cuento de invierno” que describe, según el Nobel peruano, la absurdidad y las bellaquerías en que se mueve la vida política.
No se mide en elogios para el montaje hecho por el irlandés-inglés Declan Donnellan que lo tuvo, según declara, en estado de trance a lo largo de casi tres horas que duró la obra. Y anota Vargas Llosa: “Este año se celebran los 500 años de las muertes de Shakespeare y Cervantes”. Ahí sí se le fueron las luces al ilustre escritor. ¡Son 400 y no 500 los años del fallecimiento de los dos! 100 años les puso de más, ojalá no sean los 100 años… de soledad que lo persiguen. Un error lo comete cualquiera y en él sí que se justifica por estar en los 80 años dedicado, con la señora Preysler, a lo que en su juventud hacía con la tía Julia.
Pero, bien por Vargas Llosa al recordarnos esa coincidencia. Ojalá sirva para que en nuestra próxima feria del libro —que en Bogotá se realiza anualmente en abril por el día del idioma y por Shakespeare y Cervantes—, se incentive de ellos no tanto el recuerdo como su lectura porque los libros clásicos han ganado el honor de ser comprendidos sin necesidad de leerlos.
Creo que solo en Colombia se ha dado el caso de que un deportista de apellido Cervantes, que es de lo más bello de la lengua castellana por aquello del Quijote, haya optado por quitárselo para ponerse Kid Pambelé.
Quiso el destino que los dos más grandes escritores de las lenguas, la inglesa y la castellana, William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra, fallecieran el mismo año, en el mismo mes y con un día de diferencia.
Shakespeare el 23 de abril y Cervantes el 22. Y ese otro grande de las letras latinoamericanas, Mario Vargas Llosa, en su más reciente columna en El País de Madrid, se ocupó del inglés al referirse a la puesta en escena de la tragicomedia “Cuento de invierno” que describe, según el Nobel peruano, la absurdidad y las bellaquerías en que se mueve la vida política.
No se mide en elogios para el montaje hecho por el irlandés-inglés Declan Donnellan que lo tuvo, según declara, en estado de trance a lo largo de casi tres horas que duró la obra. Y anota Vargas Llosa: “Este año se celebran los 500 años de las muertes de Shakespeare y Cervantes”. Ahí sí se le fueron las luces al ilustre escritor. ¡Son 400 y no 500 los años del fallecimiento de los dos! 100 años les puso de más, ojalá no sean los 100 años… de soledad que lo persiguen. Un error lo comete cualquiera y en él sí que se justifica por estar en los 80 años dedicado, con la señora Preysler, a lo que en su juventud hacía con la tía Julia.
Pero, bien por Vargas Llosa al recordarnos esa coincidencia. Ojalá sirva para que en nuestra próxima feria del libro —que en Bogotá se realiza anualmente en abril por el día del idioma y por Shakespeare y Cervantes—, se incentive de ellos no tanto el recuerdo como su lectura porque los libros clásicos han ganado el honor de ser comprendidos sin necesidad de leerlos.
Creo que solo en Colombia se ha dado el caso de que un deportista de apellido Cervantes, que es de lo más bello de la lengua castellana por aquello del Quijote, haya optado por quitárselo para ponerse Kid Pambelé.