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Se cumplieron 91 años de la muerte de José María Vargas Vila, uno de los escritores más controvertidos que tuvo Colombia. Reinaldo Spitaletta escribió recientemente en El Espectador una columna recordatoria de tan importante personaje del radicalismo. Calificado de panfletario, publicó cerca de 100 libros y sus obras se vendían como pan caliente, tanto que sus regalías le permitieron vivir relativamente cómodo en el exterior: Venezuela, Argentina, Estados Unidos y finalmente en Barcelona, donde falleció. En un perfil que hizo el presidente López Michelsen de García Márquez, subrayó que “en la proyección cultural del continente, ningún otro colombiano, con excepción de José María Vargas Vila, había alcanzado un renombre semejante, no solo en la comunidad hispanoparlante sino en el mundo entero, como García Márquez”.
El mismo nobel lo reconoció en un reportaje que concedió a la revista Mujer, que dirigía Flor Romero, a comienzos de 1968: “Yo soy el Vargas Vila de mi generación. ¡Cómo! Sí, porque fíjate: Vargas Vila fue el escritor que más libros vendió en su tiempo y además vivió en Barcelona varios años”.
Hoy muy pocos recuerdan a Vargas Vila y es muy difícil encontrar alguna de sus obras en librerías, aún más difíciles de leer. ¿Y por qué se vendían? Según el inolvidable Malcolm Deas, la razón fue el renombre que le dio la hostilidad del clero, al que tanto atacó como a Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro y a muchos otros de la regeneración. Se codeó con personajes como José Martí y Eloy Alfaro. Neruda lo cita con respeto en Confieso que he vivido.
Haber escrito tantos libros hizo que se diferenciara de Félix B. Caignet, el famoso autor cubano de El derecho de nacer, a quien llamaron “el más humano de los autores”; a Vargas Vila lo llamarían hoy, en cambio, “el más autor de los humanos”.
