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“Necesitan los muertos para justificar los actos de guerra. Necesitan la guerra para justificar su política. Y necesitan la política para perpetuar su impunidad”. Algo semejante decía Jaime Garzón al referirse a la triste repetición de la coerción y la violencia en nuestra historia política contemporánea. Una tragedia que se reitera como farsa.
Farsa, porque la tragedia de asesinatos y atentados como el que acabó con la vida del propio Garzón, de Álvaro Gómez Hurtado, la Unión Patriótica en su totalidad o Carlos Pizarro Leongómez, y que ahora amenaza la vida del nieto de Turbay Ayala, siguen un guion calculado y manufacturado. Provocar volatilidad. Enmarcar el periodo electoral en una atmósfera de violencia. Ahogar en ella la expresión popular y la protesta de la sociedad civil. Culparles de todo ello. Y beneficiarse del pánico así generado.
Fue el guion de los 90. Lo sabemos bien quienes configuramos el Movimiento Estudiantil de aquel entonces. Es el guion que quieren imponernos una vez más. No es nuevo, ni se trata de un fenómeno único de países como el nuestro.
El exministro de trabajo Robert Reich se ha referido de manera similar a lo ocurrido en Los Ángeles este fin de semana. “El mismo hombre que lanzó un intento de golpe de estado en el 2020 e instigó una insurrección ahora alega que el insurrecto es el pueblo de Los Ángeles… el punto es realizar una demostración de fuerza… Todo ello manufacturado por Trump… Seamos claros: Trump y sus lacayos quieren sangre en las calles.”
¿No puede decirse algo parecido acerca de lo que ocurre en Colombia? También entre nosotros son quienes ahogaron la democracia en el estado de sitio y al pueblo en un océano de sangre los que ahora le acusan, y a sus representantes. También aquí el punto es dar una demostración de fuerza. Todo ello calculado, manufacturado. Si ello es así, seamos claros: quieren sangre en las calles. No les importa quien muera. Tan solo les importa causar miedo, ejercer fuerza. Y proyectar sobre el pueblo y sus representantes la doble apariencia de insurrección e impotencia.
Quienes ejercen tal violencia son, como todos los abusadores, simples cobardes. Eso dice Reich al analizar lo ocurrido en los Estados Unidos. “Como todo abusador, Trump es un cobarde,” y por ello “ha lanzado una guerra interna en los Estados Unidos de América en contra de la gente vulnerable en su interior.”
Es exactamente lo que hicieron en Colombia quienes hasta hace bien poco controlaban todos los mecanismos del poder estatal. Y aunque perdieron las elecciones presidenciales, todavía controlan muchos de ellos. Están dispuestos a usarlos o abusar de ellos para mantenerlo o recuperarlo, como lo hicieron en el pasado reciente cuando brutalizaron a los sectores más vulnerables del pueblo y la sociedad civil.
¿Por qué? Ya lo dijo Garzón. Porque una sociedad civil y un pueblo crítico, mejor informado y consciente son lo opuesto a lo que necesitan. Porque una sociedad civil y un pueblo crítico, mejor informado y consciente no permite que los más fuertes abusen de los más débiles. Porque una sociedad y un pueblo así tienden a moverse tan lejos como sea posible de la brutalidad y la violencia.
Dicha sociedad y dicho pueblo quiere ir más allá de la violencia que se ejerce de manera estructural contra los trabajadores a quienes los políticos de bolsillo niegan sus justos derechos; la que ejercen las grandes corporaciones y grupos financieros al aumentar los precios e intereses y destruir el medio ambiente; la que ejercen quienes niegan a las mujeres y las comunidades LGTBQ+ reconocimiento y derechos; la que ejercen Elon Musk, Milei y otros como ellos al recortar los programas de los cuales depende la gente y mantener la privatización de los servicios; o Netanyahu en Palestina, Putin en Ucrania, Bukele en El Salvador y otros como ellos. El guion es el mismo: sembrar el miedo.
Ahora bien, esto no es una conspiración. Es una trampa. Para no caer en ella debemos salirnos del guion. No se trata entonces de probar la existencia de un cabal de conspiradores de película. Lejos de volver a entrar en el círculo de las acusaciones y las venganzas, el punto es reconocer la repetición de un guion y rehusarse a ser parte de ese melodrama.
Por ello no podemos dejar provocarnos. Hay que ser más cuidadosos, más inteligentes. Es necesario escribir un relato diferente.
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