El Senador Bernie Sanders, quien preside el Comité para la Salud, la Educación y el Trabajo del Senado de los EE. UU., estuvo la semana pasada en el Reino Unido. ¿El motivo? Discutir con audiencias en los medios y en persona su más reciente libro titulado, en Inglés, It’s Ok To Be Angry About Capitalism. Algo así como que está bien, es justo y razonable sentir rabia frente a un capitalismo cuyos hechos son más bien deshechos, destrucción, y desesperanza.
“Cuando se trata de la salud, por favor no sigan el ejemplo de los Estados Unidos. No hay nada que ustedes deban copiar o aprender de nosotros. No se lo discute en los medios, pero tenemos el más ineficiente, burocrático y costoso sistema de salud del mundo,” dijo Sanders a la audiencia que llenó el teatro de Southbank en Londres para escucharle.
Y lo hizo precisamente en la semana en que las enfermeras y los doctores jóvenes del Servicio Nacional de Salud (NHS) se encontraban en huelga, en protesta contra la política de sucesivos gobiernos liberales y conservadores que han venido restando fondos, congelando sueldos, y fragmentando el sector en nombre de una política de austeridad que disfraza sus verdaderas intenciones: privatizarlo. Así es, la prestación de servicios de salud en Gran Bretaña es pública, léase estatizada y universal. Lo es a pesar de la más o menos reciente convergencia de intereses entre lobistas, políticos, medios, y gobernantes, que en los últimos quince o veinte años han ido minando la reputación del sistema, fragmentándolo para ponerlo en manos de empresas prestadoras de salud y aseguradoras privadas como Centene Corp.
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Centene es la mayor prestadora de servicios de salud administrada privadamente en los EE. UU. ofrece seguros sanitarios patrocinados por el gobierno como Medicaid y los planes del Affordable Care Act. Son el perfecto ejemplo de eso que el comediante George Carlin llamaba “el objetivo del gobierno, tomar los dineros públicos y ponerlos en manos privadas”, o a buen entendedor, corrupción. Es decir, la corrupción sistémica que Sanders equipara con el uber-capitalismo del que trata su libro. No aquella con la que intentaron y lograron enlodar al entonces candidato y hoy presidente del Brasil Lula da Silva sin evidencia alguna, o la que suele movilizarse así sea de manera indirecta contra algún presidente progresista cuando se le ocurre presentar una reforma progresista a un sistema ya privatizado de salud.
“Estatización!” claman quienes de tal manera se rasgan las vestiduras sugiriendo, como siempre, que el fantasma del comunismo nos acecha. Los británicos protestaron en 2021 cuando Centene se hizo a tres docenas de consultorios médicos en Londres, que son puntos de acceso al NHS. Comprendieron bien que se trataba de un extraño con ambiciones de lucro cuya expansión debilita al NHS. Como quieren hacerlo los conservadores españoles en los gobiernos de Andalucía y Madrid. Al menos en esta última, también los madrileños se han tirado a la calle para defender la salud pública. En estos países, lo indefensible es la salud privatizada.
Los EE. UU., en cambio, carecen de un sistema universal de salud que garantice acceso médico a todos sus residentes sin que para ello deban costearlo de su bolsillo, corriendo el riesgo de caer en dificultades financieras o bancarrota. “No puedo imaginar que alguien pueda defender un sistema en el que millones de personas no tienen seguro de salud o uno que es insuficiente. En el que millones de personas necesitan ver a un doctor, pero no lo hacen porque no pueden pagar el costo de ir a un hospital,” dijo Sanders.
Cada año, cerca de quinientos mil estadounidenses se declaran en bancarrota por razones relacionadas con gastos médicos. ¿Por qué entonces en Colombia los medios prefieren escuchar a quienes defienden lo indefensible? Está bien que sintamos rabia.
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