¿Cuáles serán los retos del nuevo gobierno? El director del Departamento de Historia y Filosofía del Derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá, Juan Felipe García, tiene la respuesta. Es relevante no solo para Colombia. Y toma cinco minutos articularla. En un video suyo titulado “Retos del Nuevo Gobierno: Paz y Territorio”, García propone con la mayor simpleza: “Es necesario que volvamos a imaginar a Colombia”. Se refiere al imaginario heredado de las instituciones coloniales y que continúa informando la manera como las repúblicas imaginan y manejan sus relaciones desde el centro con las llamadas periferias. La historia de como ese imaginario llegó a dominar nuestras relaciones internas, internacionales e interpersonales hasta convertirse en algo que damos por supuesto no ha sido escrita. Un buen lugar para comenzar es el frontispicio del libro del jesuita Hermann Hugo que conmemora la toma de Breda en 1625. En esa imagen aparece Hércules, el héroe griego y mentor de las monarquías europeas, caracterizado por su fortaleza y por su trabajo en las artes marciales de la fortificación, el asedio, y las guerras. Ensalzado en los teatros y en la pintura histórica, el asedio y la guerra encarnados en el héroe conquistador y pionero lo convierten en una figura dispersa en el inconsciente cultural. Presente en la arquitectura monumental de los espacios públicos: el muro, el bastión, las estatuas, el baluarte y la fortaleza. También en la ambigüedad que la palabra “fortaleza” conserva en español y portugués, y que comparte con otros términos como “limpieza.” La fortaleza significa tanto una virtud moral, la fuerza constante de la voluntad, como el espacio político, el territorio, que se imagina asediado de enemigos innumerables y necesitado de preservar y vigilar sus límites y fronteras mediante una política de conservación y limpieza. Más allá de la evolución tecnológica de las armas y las bases o fuertes militares, estos paradigmas de la unidad y pacificación del territorio ofrecen el conjunto de dispositivos y disposiciones que adelantan la modernidad: la interioridad, la perspectiva y las técnicas de visión, desde las comisiones corográficas hasta Google Maps, y un saber económico sobre el reparto óptimo de recursos y el cálculo de riesgos en la profundidad del espacio y el tiempo. El mundo visible es imaginado, así, como una periferia que da vueltas alrededor y se hace disponible al espectador dispuesto en un centro imaginario. Como el universo se suponía organizado para Dios. Dios y Patria. Y el mercado. “En ese imaginario, los espacios periféricos carecen de vida propia”, dice García, y quienes los habitan son imaginados desde el centro como seres minoritarios. Esos son los “nadie” a los que se refieren Eduardo Galeano y Francia Márquez. Pero lejos de ser una ausencia, su activa presencia ha venido abriendo nuevos espacios políticos. Así lo reconocieron Orlando Fals Borda, el movimiento estudiantil del 91, María Teresa Garcés, liberales que aún lo eran y hasta conservadores, otros y otras, quienes ayudaron a rediseñar en la constitución una forma diferente de relación entre las regiones. Con el fin de regresar desde la imaginación a los espacios antes explotados y confinados a la fuerza para hacer real el que sean dignos de ser habitados por personas en igualdad de derechos y ciudadanía plena. Realizar esa parte de la constitución es el principal reto del próximo gobierno. Implica promover justicias especializadas en los territorios para confrontar la ilegalidad y promover ambientes dignos; aplicar los principios del estado social de derecho al ordenamiento territorial; y dar lugar a diseños plurales y de infraestructura que permitan fomentar las visiones locales. Hemos tardado demasiado para reconocer el problema. Entre nosotros hay quienes no quieren hacerlo. Ellos y su candidato están dispuestos a seguir usando la fuerza para no aceptar el horror de su error, y justificar su ceguera. A García le toma cinco minutos articular la solución.
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¿Cuáles serán los retos del nuevo gobierno? El director del Departamento de Historia y Filosofía del Derecho en la Universidad Javeriana de Bogotá, Juan Felipe García, tiene la respuesta. Es relevante no solo para Colombia. Y toma cinco minutos articularla. En un video suyo titulado “Retos del Nuevo Gobierno: Paz y Territorio”, García propone con la mayor simpleza: “Es necesario que volvamos a imaginar a Colombia”. Se refiere al imaginario heredado de las instituciones coloniales y que continúa informando la manera como las repúblicas imaginan y manejan sus relaciones desde el centro con las llamadas periferias. La historia de como ese imaginario llegó a dominar nuestras relaciones internas, internacionales e interpersonales hasta convertirse en algo que damos por supuesto no ha sido escrita. Un buen lugar para comenzar es el frontispicio del libro del jesuita Hermann Hugo que conmemora la toma de Breda en 1625. En esa imagen aparece Hércules, el héroe griego y mentor de las monarquías europeas, caracterizado por su fortaleza y por su trabajo en las artes marciales de la fortificación, el asedio, y las guerras. Ensalzado en los teatros y en la pintura histórica, el asedio y la guerra encarnados en el héroe conquistador y pionero lo convierten en una figura dispersa en el inconsciente cultural. Presente en la arquitectura monumental de los espacios públicos: el muro, el bastión, las estatuas, el baluarte y la fortaleza. También en la ambigüedad que la palabra “fortaleza” conserva en español y portugués, y que comparte con otros términos como “limpieza.” La fortaleza significa tanto una virtud moral, la fuerza constante de la voluntad, como el espacio político, el territorio, que se imagina asediado de enemigos innumerables y necesitado de preservar y vigilar sus límites y fronteras mediante una política de conservación y limpieza. Más allá de la evolución tecnológica de las armas y las bases o fuertes militares, estos paradigmas de la unidad y pacificación del territorio ofrecen el conjunto de dispositivos y disposiciones que adelantan la modernidad: la interioridad, la perspectiva y las técnicas de visión, desde las comisiones corográficas hasta Google Maps, y un saber económico sobre el reparto óptimo de recursos y el cálculo de riesgos en la profundidad del espacio y el tiempo. El mundo visible es imaginado, así, como una periferia que da vueltas alrededor y se hace disponible al espectador dispuesto en un centro imaginario. Como el universo se suponía organizado para Dios. Dios y Patria. Y el mercado. “En ese imaginario, los espacios periféricos carecen de vida propia”, dice García, y quienes los habitan son imaginados desde el centro como seres minoritarios. Esos son los “nadie” a los que se refieren Eduardo Galeano y Francia Márquez. Pero lejos de ser una ausencia, su activa presencia ha venido abriendo nuevos espacios políticos. Así lo reconocieron Orlando Fals Borda, el movimiento estudiantil del 91, María Teresa Garcés, liberales que aún lo eran y hasta conservadores, otros y otras, quienes ayudaron a rediseñar en la constitución una forma diferente de relación entre las regiones. Con el fin de regresar desde la imaginación a los espacios antes explotados y confinados a la fuerza para hacer real el que sean dignos de ser habitados por personas en igualdad de derechos y ciudadanía plena. Realizar esa parte de la constitución es el principal reto del próximo gobierno. Implica promover justicias especializadas en los territorios para confrontar la ilegalidad y promover ambientes dignos; aplicar los principios del estado social de derecho al ordenamiento territorial; y dar lugar a diseños plurales y de infraestructura que permitan fomentar las visiones locales. Hemos tardado demasiado para reconocer el problema. Entre nosotros hay quienes no quieren hacerlo. Ellos y su candidato están dispuestos a seguir usando la fuerza para no aceptar el horror de su error, y justificar su ceguera. A García le toma cinco minutos articular la solución.