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De nuevo, Erna da en el clavo. Nos ha hecho llegar una traducción del artículo escrito por la historiadora estadounidense Heather Cox Richardson acerca de las medidas recientes tomadas por la administración Trump respecto de otros países del hemisferio y la inmigración. Trump se ha presentado ante propios y extraños como una suerte de mesías. Un héroe invulnerable a las balas que habría sido elegido por Dios para cumplir la misión divina de salvar a los Estados Unidos de América. Sin embargo, lejos de ser el superhéroe de este cómic, lo que revela este episodio es que Trump se parece más al archivillano de la historia. Trump no es Superman. Es el presidente Luthor.
A comienzos de esta semana, comenzó una guerra comercial en el hemisferio después de que el gobierno colombiano se negase a autorizar el aterrizaje de dos aviones militares de los Estados Unidos con deportados. Como señalaron los bien informados, Colombia y Estados Unidos tenían ya un acuerdo para el manejo de dichas deportaciones. En efecto, Colombia recibió 475 vuelos entre 2020 y 2024, incluyendo 124 en el último año. El gobierno Biden utilizó vuelos comerciales y chárteres, mientras que, como señaló la analista de seguridad nacional Juliette Kayyem citada por Cox, “Trump utilizó un avión militar que llegó a Colombia sin previo aviso”.
Sobre este particular, Cox cita a Tim Naftali de la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad de Columbia: “Si un país extranjero intenta aterrizar sus aviones militares sin un acuerdo existente —salvo en una situación de emergencia—, eso es una violación de la soberanía”. Colombia actuó de manera correcta al rechazar el aterrizaje de dichos aviones militares que no contaban con autorización previa y ofreció en su lugar el uso de su avión presidencial. Colombia también pidió a Estados Unidos que notificase debidamente a sus ciudadanos y que los tratase con dignidad.
Este último, nos recuerda la historiadora, no es un problema nuevo. “Ya se había planteado y resuelto en 2023 después de que los migrantes llegaran esposados de manos y pies. El presidente colombiano Gustavo Petro señaló que Estados Unidos se había comprometido a garantizar condiciones dignas para la repatriación de los migrantes. El avión con los migrantes aterrizó en Honduras y Colombia envió su avión presidencial para recogerlos”. Trump, presto a convertir una cuestión más fundamental en pírrica victoria publicitaria, a la manera del villano del cómic, aprovechó para anunciar “que la negativa de Colombia… pone en peligro la Seguridad Nacional y Pública de Estados Unidos”.
Amenazó imponer “un arancel del 25 % a los productos de Colombia. Alrededor de 6 mil millones de dólares en petróleo crudo, 1,8 mil millones en café y 1,6 mil millones en flores. Dijo que Estados Unidos revocaría las visas de todos los funcionarios del gobierno colombiano, aliados y partidarios”. De inmediato, nos cuenta Cox, “deportó a empleados colombianos del Banco Mundial que trabajaban para organizaciones diplomáticas internacionales en Estados Unidos y canceló las citas para visas en la embajada estadounidense en Colombia”.
En lugar de doblar la rodilla, el presidente Petro aplicó el principio de reciprocidad. Anunció la imposición de un arancel de represalia a los productos estadounidenses. Cox nos recuerda que “Colombia importa el 96,7 % del maíz que alimenta a su ganado de Estados Unidos, lo que la coloca entre los cinco principales mercados de exportación de maíz estadounidense. Según una carta escrita por un grupo bipartidista de legisladores interesados en proteger ese comercio, liderado por el senador Todd Young (R-IN), en 2003 Estados Unidos exportó más de cuatro millones de toneladas métricas de maíz a Colombia, lo que representa 1,14 mil millones de dólares en ventas. ‘Los agricultores estadounidenses no pueden permitirse perder un mercado de exportación tan vital’, escribieron los congresistas, especialmente cuando el acceso al principal mercado de exportación de maíz de Estados Unidos, México, ya está en riesgo”.
A la mañana siguiente, la crisis parecía superada. Colombia aceptaría los vuelos, siempre que haya autorización previa y se les dé un mejor trato a los migrantes. Pero como era de esperarse en el orden de las apariencias, la Casa Blanca declaró la victoria. La conclusión de Cox es aquí tajante: “La forma como [Trump] manejó la situación con Colombia… revela que su poder se basa en convencer a la gente de que desconozca la realidad y a cambio crea en el mundo de fantasía que Trump impone”.
Recomiendo a todos, especialmente a nuestros antipetristas ilustrados, la lectura del resto del artículo de Cox Richardson que la genial Erna von der Walde ya les ha hecho el favor de traducir y que circula en redes. Citando a Will Freeman del Council on Foreign Relations, un think tank especializado en política exterior estadounidense, nos recuerda que irse al ataque contra su aliado estratégico más antiguo y el último gran país en América del Sur donde disfruta de una ventaja comercial es un error estratégico. “Trump espera que, dado que 1/3 de las exportaciones colombianas van a Estados Unidos, Petro se verá obligado a ceder. Pero Petro parece dar la bienvenida a la lucha y ya ha señalado su deseo de profundizar los lazos con China. Colombia perderá una asociación en cuestiones de seguridad que necesita desesperadamente. China saldrá ganando”.
De nuevo, Trump se presenta como el héroe inspirado por la divinidad para salvar a América de sus enemigos. Quizás la mejor pregunta sea: ¿y quién salva a América de sí misma?
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