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En esta semana se celebró el día del periodista, fecha en la que considero que en lugar de recibir felicitaciones y abrazos, deberíamos reflexionar si estamos haciendo bien la tarea y sobre todo si la actitud que asumimos al desempeñar nuestra labor es la mejor.
No sé quién nos hizo creer que el oficio del periodismo es para crear ídolos y divas de la pantalla; ¿de dónde sacamos esto para convertir a las personas en seres inalcanzables a los que hay que mirar desde lejos y no se les puede ni tocar?
En qué momento de nuestra vida nos olvidamos de que nuestra labor implica estar con el ciudadano de a pie, acompañarlo en sus necesidades para que, por medio de nuestro oficio, sus problemas sean visibles ante los órganos de poder y se logren soluciones en el corto plazo.
Que la razón de ser de un periodista no es estar detrás de los poderosos almorzando con ellos en restaurantes finos o en hoteles de lujo, porque son los problemas del más necesitado los que nos obliga a levantarnos todos los días de nuestra vida a buscar una cámara y un micrófono.
Lo anterior lo digo porque he visto a muchos colegas que al ganar reconocimiento miran con desprecio y por encima del hombro y no contestan el teléfono, si no es fulano de tal quien les llama o les escribe.
Parece que mientras se ejerce el oficio y se está en los días de gloria, se olvida lo que significa la palabra sencillez y humildad y sobre todo cual es la razón de ser un periodista.
Ha sido decepcionante descubrir lo que se esconde detrás de algunos, que se consideran famosos y transmiten ante las cámaras una actitud de humildad que están muy lejos de sentir, porque en realidad viven llenos de soberbia, orgullo y altivez. Son esas personas a los cuales no se les puede discutir nada, porque para ellos solo hay una verdad: la que ellos transmiten.
Son además maltratadores y sus principales víctimas son las personas que forman parte de sus equipos de trabajo, quienes deben llenarse de paciencia cada vez que se preparan para sus labores diarias, mientras piden a Dios para que el azote que han de recibir durante el día no sea tan fuerte y duela menos que el del día anterior.
En los momentos en que están al aire rodeados de invitados, sonríen y aparentan ser frescos y espontáneos, pero cuando las cámaras se apagan y se despiden de sus amigos, gruñen y les muestran los dientes a quienes han estado durante todo el día preparando el material para que este se luzca y reciba felicitaciones del público que le ve o le escucha.
Insisto, no creo que el periodismo sea un oficio para formar divas o ídolos del espectáculo, a los que hay que perseguir para pedirles una foto. Esta labor es más bien para estar con el ciudadano, entenderlo y darle la mano todas las veces que este lo requiera.
@sevillanoscar
