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Reconocer que algunas personas con nacionalidad venezolana están participando en hechos relacionados con inseguridad en Bogotá no es en ningún momento motivar sentimientos de odio hacia ellos, sino más bien ser conscientes de que existe un problema que es necesario abordar porque se puede salir de control.
Se ha vuelto común escuchar a bogotanos mencionar hechos de hurto ciudadano protagonizados por personas del vecino país, noticias y reportes de la Policía también hablan de esta situación. No entiendo entonces la razón para que en redes sociales se señale a la alcaldesa de Bogotá de “xenófoba” por reconocer este delicado hecho.
Si se quiere solucionar un problema, lo primero que se debe hacer es reconocer que existe y la participación de algunos venezolanos en los delitos en Bogotá no es una fantasía, es una realidad y acusar a la alcaldesa de “xenófoba” por decir la verdad, demuestra una vez más que en política está de moda llevar la contraria, no con la idea de debatir argumentos, sino que se hace con la sola intención de ganar seguidores en la redes sociales.
Diferente hubiese sido, si en lugar de desatar una andanada contra la alcaldesa se propusiesen ideas para evitar que los migrantes venezolanos sean capturados por las redes criminales en Bogotá, quienes valiéndose de su vulnerabilidad les llaman para que integren organizaciones dedicadas al hurto ciudadano, tráfico de drogas, etc.
Es por esto que se hace necesario que el Gobierno Nacional trabaje con la población migrante en conjunto con el Distrito en programas de prevención al delito. Pero esto no se puede hacer con la paquidermia con la que el presidente Duque y su equipo de trabajo suelen abordar los problemas, sino de manera urgente.
Puede ser, que la frase que utilizó la mandataria bogotana para referirse al tema no haya sido la mejor. En este caso lo ideal hubiese sido llamarle la atención por imprudente, pero no por esto podemos decirnos mentiras y desconocer un hecho que es real y que necesita ser abordado.
Para esto es claro que se requieren las acciones no solo del Gobierno Nacional, sino del Estado como tal, porque es claro que estos dos se han hecho los de la vista gorda y han dejado el problema a los alcaldes en las ciudades principales a donde llegan los migrantes del vecino país en busca de un empleo que les permita sobrevivir en tierra ajena.
También es cierto que en esto existe cierto grado de paranoia en la ciudadanía bogotana, que en el primer momento en que ven a un grupo de personas venezolanas, de inmediato piensan que les van a causar males, cuando muchas veces se trata de una familia que deambula por las calles de determinado barrio o localidad. Por lo anterior, es bueno que se haga un llamado a la calma y a que se aprenda a convivir con el más necesitado.
Insisto, no por reconocer que hay un delicado problema en Bogotá con algunos venezolanos que participan en los hechos delictivos, se puede tildar a la alcaldesa Claudia López de “xenófoba”, porque es una realidad de la que todos son conscientes pero que por cuestión de conveniencia, algunos acuden a la muy conocida hipocresía política para llevar la contraria.
Cambiando de tema, puede que Néstor Humberto Martínez no sea una especie de “perita en dulce” y en lo que tiene que ver con el caso de alias Jesús Santrich tenga cosas que explicar, como bien lo divulgó el diario El Espectador en una muy buena investigación, pero no por esto ahora los defensores de Santrich y sus amigos pretenderán graduarlo de “víctima del exfiscal”, desconociendo que es un farsante, criminal y prófugo de la justicia.
